jueves, 6 de enero de 2011

Meditación del 6 de enero

"Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo" (Lucas 22:31).

Cuando un cristiano está bajo tentación, es cuando una pobre alma ha sido llevada al campo de batalla en duelo contra Satanás. Pedro ni siquiera sabía que sería tentado en tal manera, pero le fue comunicado por el Señor para que entendiera que no estaba solo y que El pelearía por Pedro.

Todas las tentaciones son solicitadas por un espíritu cruel e inmundo y aun cuando el hombre no sea consciente de ello, ni esté de acuerdo con tal petición, sufrirá. Una mujer casta y buena considerará como gran aflicción ser violada, sufrirá, siempre le será motivo de tristeza. Cuando un verdadero creyente es tentado al mal, aunque no tenga su voluntad en ello, sufrirá.

Es muy saludable que en nuestras oraciones nunca falte aquella petición que el Señor nos ha enseñado, que pidamos y roguemos a Dios que no nos meta en tentación o no nos deje caer en ellas. 
Ninguno se hace consciente en qué va a ser tentado, sino que el enemigo lo solicita y se le concede, sigamos la exhortación que nos da el espíritu cuando nos dice: "Velad, y orad para que no entréis en tentación" (Mateo 26:41). Velar debe entenderse como diligencia en nuestra vida espiritual, orar como dependencia de Dios, pues sin El nada podemos hacer, mucho menos vencer. 

Cuando vencemos tentaciones Dios se glorifica porque mediante este triunfo el Señor manifiesta Su poder, y nosotros como Sus criaturas venimos a ser instrumentos de Su poderío, como un soldado del ejército al que pertenece. 

Las tentaciones son mayores cuando tocan alma y cuerpo, la aflicción es mayor. Si una pareja de esposos tiene el marido enfermo y la esposa sana o viceversa, no es tan malo como cuando ambos están enfermos.
Cuando alma y cuerpo son tentados el dolor es muy grande y la tristeza  mayor. Pues a veces el cuerpo ha sido atacado, pero no el espíritu, y con su fortaleza respalda y mantiene al cuerpo en lucha. Mire el ejemplo del apóstol: "Y para que las grandezas de las revelaciones no me exaltasen desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2Corintios 12:7).
 
El consuelo del espíritu Santo fue derramado sobre el hombre interior del apóstol, quien lleno de gozo se mantenía en actitud firme. Roguemos, pues, al Señor, que nos enseñe a cultivar buenos pensamientos de El, y a esperar pacientemente en Su misericordia.

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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