“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).
Las palabras son una orden, no un consejo, un mandamiento explícito.
El mismo puede desglosarse en cuatro partes: Un mandato a predicar: “Id y predicad“, la idea no es quedarse en su propio sitio y testificar, sino ir o salir en busca de ellos y predicarles.
Luego se nos dice el tema de la predicación: “el evangelio”; esto es, que en el Nombre de Jesús anunciar arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo, perdón de pecados y vida eterna mediante fe en Jesús, reconciliación con Dios a través de un potente Mediador.
Tercero, las personas o el objeto a quienes debe dirigirse esta predicación: “a toda criatura”, a todo ser humano capaz de recibirlo e informarles de la historia, vida, muerte y resurrección de Cristo, en particular el significado e intención de la obra del Señor Jesús, e invitar a los hombres a creer y compartirla con nosotros.
Finalmente, el lugar a ser alcanzado con esta encomienda: “todo el mundo.” Es evidente que los once no podrían por ellos mismos alcanzar todo el mundo y mucho menos a toda criatura con la predicación del Evangelio, se infiere que ellos y otros discípulos deberían envolverse en esta obra, o que la comisión no solo les fue dada en su condición de ministros del Evangelio sino también y sobre todo como discípulos.
Ampliemos la idea. Considerando superficialmente el contexto del versículo, se nota que la comisión fue dada en principio a los apóstoles: “Luego, apareció a los once cuando estaban sentados a la mesa, y les reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo:..” (Marcos 16:14). A algunos les parece que el encargo fue restringido a los apóstoles que había escogido, pero también es probable, quizás absolutamente cierto, que les fue dado en su calidad de discípulos y no exclusivamente como ministros del Evangelio.
Esta conclusión se basa en el hecho de que hubo también otras ordenanzas o deberes que también fueron dadas en particular, pero que aplican a todos los cristianos. La Santa Cena, por ejemplo: “Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Entonces tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo: Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:14,19). La ordenanza fue dada a los apóstoles, pero es de aplicación universal a todos los creyentes posteriores.
Comentando sobre esto el teólogo americano del siglo XIX Henry Fish, dijo: “El mandamiento de ir a enseñar fue dirigido no a ese grupo exclusivamente, sino a creyentes como tal, a los individuos que al presente amaban al Señor; y es de extensión igual a cada seguidor de Cristo en todo las épocas”.
Esfuérzate, pues, en testificar del amor de Dios en salvar y no menosprecies el tesoro que Cristo te ha dado para salvar a otros.
Hay muchas maneras de predicar el Evangelio que no necesitan la elección de un texto ni el uso de un púlpito. Mira un ejemplo super elocuente de esta gran verdad: “Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). El lo llevó a Jesús, y al verlo Jesús le dijo: Tú eres Simón hijo de Jonás. Tu serás llamado Cefas (que significa piedra)” (Juan 1:40-42).
Hay muchas almas buscando a Dios que todo lo que necesitan es que se les diga: “Yo he encontrado al Mesías o a Cristo”.
Otro ejemplo de la sencilla predicación del Evangelio: “Jesús le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y como tuvo misericordia de ti. El se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él, y todos se maravillaban” (Marcos 5:19-20).
Si Cristo perdonó tus pecados y te salvó, no será difícil que estés en capacidad de contarlo a otros. Ve, pues, y haz lo mismo.
Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org
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