martes, 11 de enero de 2011

Meditación del 11 de enero

"Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo (Salmo 27:4).

Es obligado que el corazón se derrame en alabanzas después de una victoria; el gozo del que conquista es como el vientre de la mujer encinta, que no puede permanecer oculto. Y he aquí la prueba en la dulce experiencia de David, había experimentado la bondad de Dios al vencer la adversidad que tuvo, y a seguidas su alma exclama en un canto de liberación.

En la primera parte el salmo muestra varias cosas: consuelo, firmeza o determinación y cuidado. 
CONSUELO: “Jehová es mi luz, mi salvación y la fortaleza de mi vida" (v.1). David procura presentar a Dios de la manera más atractiva y más dulce para el alma: luz, salvación y fortaleza, en contraste con tres miserias propias de todo mortal: ignorancia, peligro y debilidad. Es notable lo útil de la fe cuando se tiene a Dios como la protección contra cualquier maldad que pueda presentarse; es lo que llamaríamos "una santa confianza", "un santo atrevimiento". La fe nos acerca a Dios y cuando la fe es correctamente ejercitada nuestros enemigos desaparecen, "tropezaron y cayeron". (v.2).

FIRMEZA O DETERMINACION: "Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón", (v.3). Pone el caso del mayor peligro, todo un ejército contra él. La buena experiencia engendra esperanza. 
El coraje de David no se apoya en sí mismo, sino en Dios. Su fe se levanta como fuego de entre las cenizas o como un hombre salido por el poder de Dios de entre el polvo de la tierra. Aprendemos que cuando un hombre ve a Dios en Su grandeza y poder, visión mediante espíritu de fe, entonces todas las cosas por debajo son como nada, bien dice: “NO TEMERA MI CORAZON".

CUIDADO 0 INTERES: David había pasado por la amarga situación de verse atrapado y confundido ante la enormidad de su enemigo, pero fue librado y  en consecuencia expresa todo su interés con estas palabras: "Una cosa he demandado a Jehová, y esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida". Saboreó la dulce bondad del Señor. Es como si hubiera resuelto no descansar hasta conseguir el interés de su alma. 
¿Cómo llegar a tener esos mismos deseos de David, de contemplar la hermosura de Dios? Desarrollando sentidos espirituales. 
La vida que Cristo da viene acompañada de esos sentidos: ojos para ver, oídos para oír, gusto para saborear y corazón para sentir las cosas del Espíritu. 
En otras palabras es lo que Pablo llama "espíritu de revelación (Efesios 1:17). Cuando Dios hizo al mundo lo primero que hizo fue la luz, porque toda la excelencia de las criaturas puede ser discernida por la luz.

De manera que toda la excelencia de Dios y de Cristo se encuentra en la Palabra, la luz espiritual. Si no hay luz en el entendimiento, Dios no nos dejará ver su gloria y no seremos consolados. 
Trabajemos, pues, para ver nuestras deformidades en el espejo de las Escrituras y poder ver la hermosura de Cristo. 
"En tu luz veremos la luz" (Salmo 36:9).

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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