lunes, 10 de enero de 2011

Calvino y la autonegación.8

Parte I
La suma de la vida cristiana - negación de nosotros mismos
El principio de autonegación en nuestra relación con Dios


(8)
  1. Autonegación hacia Dios: ¡devoción a Su voluntad!
Consideremos con mayor detalle la principal parte de la autonegación: la que hace referencia a Dios. Como previo hemos tocado el tema, será suficiente enfocarlo hacia la formación de ecuanimidad -dominio propio en medio de extremos- y perseverancia en nosotros.
Al buscar conveniencia o tranquilidad en nuestra vida presente, la Escritura nos llama primero a entregarnos y colocar todo lo que tenemos a disposición del Señor, darle todo el afecto de nuestro corazón y que nos El gobierne y controle. Solemos tener deseos frenéticos, disposición infinita, para buscar riqueza y honor, intrigar por poder, acumular bienes y coleccionar todas las frivolidades que conduzcan a lujo y esplendor.
Por otra parte, ¡tenemos terror inmenso y odio hacia lo que signifique pobreza, origen vulgar o condición humilde! Sentimos el más fuerte deseo de cuidarnos contra ello. 
De ahí que quienes enmarcan su vida siguiendo su propio consejo no descansan su mente: planifican y planifican, son infatigables, para ganar siempre lo que su ambición o avaricia desea, o, por otro lado, escapar de pobreza e insignificancia.
Con objeto de evitar tales enredos, el curso de un hombre cristiano debiera ser: primero, no esperar ni pensar ni anhelar ninguna clase de prosperidad fuera de la bendición de Dios. Lanzarse y reclinarse solo bajo la bendición divina. Pues por mucho que la mente carnal parezca suficiente para lograr honor y riqueza, depende de su propia labor y celo o ayuda del favor de otros. Ciertamente que todo se vuelve nada, ni intelecto ni trabajos serán de ganancia excepto si el Señor prospera.

Segundo, si bien parezca que sin la bendición de Dios podamos adquirir algún grado de fama y opulencia (como vemos en algunos hombres malvados, cargados de riquezas y honores), sin embargo y puesto que la maldición de Dios no permite disfrutar la menor partícula de verdadera felicidad, lo que obtengamos sin Su bendición se convertirá en mal.
El hombre no debiera desear lo que añade a su miseria.

Calvin’s Institutes of the Christian Religion, Book Three, Chapters VII-VIII.
2009 Chapel Library; Pensacola, Fl.

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