Parte I
La suma de la vida cristiana - negación de nosotros mismos
La filosofía cristiana de la no pertenencia al mundo y la autonegación: no somos nuestros, sino de Dios.
- No somos nuestros propios amos, pertenecemos a Dios
Si bien la Ley de Dios contiene la regla de conducta admirablemente dispuesta, a nuestro divino Maestro le ha parecido bien instruir Su pueblo mediante un método más preciso sobre la regla entretejida en la Ley. El principio líder del método establece que es deber de todo creyente presentar sus “cuerpos en sacrificio vivo, agradable y santo a Dios, como servicio racional” (Romanos 12:1). Deriva entonces la exhortación de “no ser conformados a este mundo, sino transformados mediante la renovación de vuestra mente y poder probar la voluntad de Dios buena, aceptable y perfecta” (Romanos 12:2).
El punto es que somos consagrados y dedicados a Dios, luego entonces no hemos de pensar, hablar, diseñar o actuar sin visión de Su gloria. Lo que El ha hecho sacro no puede aplicarse a uso profano (común), sería insulto notable al mismo Dios.
Si no somos nuestros, sino del Señor (1Corintios 6:19), es evidente el error a vencer y el fin al que debiéramos dirigir las acciones de nuestra vida.
No somos nuestros: luego entonces que ni nuestra razón ni voluntad debieran gobernar nuestros hechos y consejos.
No somos nuestros: luego entonces no busquemos que nuestro fin sea agradar nuestra naturaleza carnal (sensual, lo opuesto a lo espiritual).
No somos nuestros: luego entonces, tanto como sea posible, olvidémonos de nosotros mismos y de las cosas que son nuestras.
Somos de Dios, luego entonces vivamos y muramos a El (Romanos 14:8).
Somos de Dios, que Su voluntad y sabiduría presida todas nuestras acciones.
Somos de Dios, luego entonces sea El nuestro fin último legítimo. Que cada porción de nuestro ser, nuestra vida, se dirija a El (Romanos 14:8; 1Corintios 6:19).
¡Cuán grande el progreso de alguien que al ser enseñado que no se pertenece abandona todo dominio y gobierno de sí mismo y lo entrega a Dios! Porque así como la vía de destrucción más segura para el hombre es el obedecerse a sí mismo, así el cielo de seguridad es no tener otra voluntad, otra sabiduría, que seguir al Señor dondequiera que lleve.
Permite que el primer paso sea el siguiente: abandonar a nosotros mismos y dedicar toda la energía de nuestras mentes al servicio a Dios. Servicio a Dios no solo en obediencia verbal sino aquel donde la mente, desnuda de sentimientos carnales, obedece de manera implícita el llamado del Espíritu de Dios. Esta transformación, que Pablo denomina renovación (Romanos 12:2; Efesios 4:23), el primer paso a la vida, era algo desconocido a los filósofos. Estos dieron solamente a la razón el gobierno del hombre, pensando que solo ella debiera escucharse. En breve, asignaron a la razón como la única dirección de la conducta.
Pero la filosofía cristiana la coloca en el lugar adecuado y en completa sumisión al Espíritu Santo de modo que hombre no viva más para sí, sino que Cristo viva y reine en El (Gálatas 2:20).
Calvin’s Institutes of the Christian Religion, book three, Chapters VII-VIII.
2009 Chapel Library; Pensacola, Fl.
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