viernes, 21 de enero de 2011

Meditación del 21 de enero

"De edad de ochenta años soy este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, ha de ser tu siervo una carga para mi señor el rey?” (2 Samuel 19:35).

Poderes naturales y capacidades decaen con los años. El tiempo es un vestido que minuto tras minuto va creciendo de tamaño en nuestra naturaleza. El ser humano entra a este mundo lleno de vigor y sus prendas de vestir van cayendo, pero el vestido del tiempo va en aumento, uno va menguando y el otro va creciendo. 
La muerte cada día toma más cuerpo. El tiempo desviste la mente, el cuerpo y todas las partes naturales. La mente y el alma es vestida con otras vestiduras, pero el tiempo quita el vestido de uno como de lo otro. Aun la tierra y el cielo que tienen una duración mas grande que el hombre será desvestida, cuánto más los seres humanos serán desnudados: "Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados" (Hebreos 1:11). Si el paso del agua desmenuza las rocas, así el tiempo despojará el alma y la mente de toda carne y sangre.

Isaac perdió la vista: "Aconteció que cuando Isaac envejeció, y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista.” (Génesis 27:1). David necesitó de ayuda para calentar su cuerpo, y ni aun así se calentaba, se sentía como desnudo, el tiempo le había quitado sus vestiduras naturales: "Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, le cubrían de ropas, pero no se calentaba" (1Reyes 1:1), el calor natural había decaído.
Salomón da una sabia advertencia sobre el tiempo por venir: "Cuando también se tenga miedo de la altura y haya horrores en el camino; cuando florezca el almendro, la langosta se arrastre pesadamente y se pierda el deseo. El hombre se va a su morada eterna, y los que hacen duelo rondan alrededor... La conclusión de todo el discurso oído es ésta: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, pues esto es el todo del hombre" (Eclesiastés 12:5,13).

El cuerpo es frágil en dos aspectos. Uno por la maldición: "Pero del fruto del árbol que esta en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de el, ni le tocaréis, para que no muráis." (Génesis 3:3) y otro por el material del cual está hecho: "Polvo eres y al polvo volverás." (Génesis 3:19). No solamente los miembros del cuerpo decaen con el tiempo, sino también el confort natural y los deleites de esta vida se ausentan cada vez más, todos los días el hombre tiene menos capacidad de disfrute, por el tiempo que transcurre y por la repetición de los hechos que producen aburrimiento. Eso nos dice el mismo 
Barzilai "De edad de ochenta años soy este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba?" (2 Samuel 19:35). Todo asunto de disfrute había sido quitado el piadoso anciano.

El hombre, venido los años, será como si no tuviera ojos ni oídos ni paladar, quedará sin sentidos. Y todo lo que ha disfrutado, ¿de qué le servirá? Los miembros del cuerpo se pondrán lentos, pesados, hasta no movilizarse. Todo llegará a ser un montón de carnes y huesos. 
Y a la gran mayoría de los hombres Dios les da la bendición de experimentar a mediana edad aquel dicho muy conocido: "El peso de los años." Todo lo que el hombre necesita es la paz con Dios, pues quien tenga paz con Dios y así descienda a la cama de muerte, estará en el descanso eterno con Cristo. 
No te regocijes de nada que no sea aquello dicho por el Señor a los discípulos: "Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos" (Lucas 10:20). Que Dios es nuestro, que Cristo vive en ti, que tienes morada en el cielo, que el pacto eterno es tuyo. Todo esto, si es nuestro, lo es para siempre, nada ni nadie podrá arrebatarlo. Nos hará vivir ante la muerte.

Procura entonces las cosas que pueden ir contigo al tribunal de Cristo, que tu defensa en el día del juicio sea que Dios es tu Padre, que Cristo es tu Salvador. Procura que tus cuentas con la gracia del Creador estén al día, que Sus ojos de bondad y misericordia reposan sobre ti.

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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