miércoles, 12 de enero de 2011

Meditación del 12 de enero

"En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración a Jehová..." (Isaías 38:1-8).

La luz es la gloria de esta creación, ella puede tocar todo, pero nada puede tocarla ni ensuciarla ni contaminarla, tampoco se combina con cosa alguna, ella es el ornamento del mundo. Por esa razón se le compara con las verdades espirituales. Es tanta su hermosura que si atravesamos tiempos de calamidad, y de pronto somos iluminados con el conocimiento adecuado, entonces la carga de los problemas se aligera y lo que teníamos como amargura es endulzado por la luz.

El propósito con el cual estudiamos la Palabra de Dios día tras día y semana tras semana es para aligerar nuestras cargas, salvarnos de nuestros enemigos y enderezar nuestros pasos, reformar nuestra conducta. 
Hay una sombra que constantemente nos persigue por lo que debemos ser diestros en usar la luz del Espíritu, para que cuando esa sombra se pose sobre uno, tengamos consigo la linterna de la palabra de Dios y caminemos sin tropezar. 
Nos referimos a la sombra de muerte. Si somos poseedores de luz, no en la cabeza sino en el alma, ni la mancha de la muerte podrá contaminarnos, y eso que el polvo de la muerte lo cubre todo. No hay nada en esta tierra que escape a las garras de la muerte, hasta las piedras se destruyen, solo la luz está a salvo, ni envejece ni se corroe.

Lo primero que enseña la Biblia sobre la muerte es que para los creyentes no es un estado sino un cambio de estado, un paso. 
Contrario al incrédulo para quien la muerte es un estado de tormento, pues salen de un mal estado para irse a otro peor, mueren y se quedan muertos, apartados de Dios, no así a los hijos de Dios que cuando mueren pasan a mejor vida. 
He aquí en nuestra historia de hoy el relato de un hijo de Dios, el rey Ezequías, quien fue informado de su pronta muerte pero en su alma estaba la luz de Cristo y supo cómo manejar la adversa información. Llevó su corazón donde tenía que llevarlo y su lloro fue momentáneo. De donde se infiere: “Que Cuando La Sombra De Muerte Se Acerque Al Creyente, La Gracia Lo Inclinará A La Luz Del Espíritu De Dios”. 
Velar sobre tu corazón es la mejor manera de prepararte para recibir la muerte. El hombre más sabio es aquel quien se ocupa en cuidar bien lo más importante; mire como lo dijo Ezequías "He andando delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho lo que ha sido agradable delante de tus ojos" (v.3).

En su hora de muerte habló de cosas importantes: su calidad de vida frente a Dios. Y Salomón nos dice: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida" (Proverbios 4:23).

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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