"¿Quién ha creído nuestro anuncio? ¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que lo deseemos" (Isaías 53:2).
La segunda parte del verso parece dar razones del por qué Cristo fue rechazado por muchos, pocos creerían el anuncio de la llegada del Mesías para redimir al mundo porque habría de ser como raíz de tierra seca.
Cristo empezó revelándose como alguien insignificante y bajo, de modo que el inicio de Su reino fue débil y el mundo lo rechazó. Ahora bien, este rechazo no fue culpa suya, de ningún modo, sino porque los hombres no tenían suficiente luz para ver excelencia en nada que no sea visible.
Los hombres, siendo impresionados por lo visible, concluyen erróneamente que son las únicas cosas dignas de interés. Porque una mente corrupta desea cosas corruptas: "Los que viven conforme a la carne piensan en las cosas de la carne" (Romanos 8:5).
Donde haya carne estaremos inclinados a pensar así, o tener un conocimiento tras la carne:"De manera que nosotros, de aquí en adelante, a nadie conocemos según la carne; y aun si hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos así" (2Co.5:16).
Los hombres juzgan cosas a su alrededor de acuerdo a sus afectos, tal cual ellos son, así también serán sus conceptos de felicidad: "Y nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo" (1Corintios 2:12). Hay un espíritu del mundo el cual hace a los hombres pensar que las mayores excelencias están en las cosas del mundo, una buena apariencia, la instrucción, la pompa, la elocuencia y el esplendor.
Cristo, siendo insignificante a esos ojos, es rechazado pues no es de acuerdo al pensar de ellos. Juzgamos mucho por semejanzas y apariencia externa. Mire un caso: "Yo te enviaré a Isaí, de Belén, porque de entre sus hijos me he provisto de un rey. Y aconteció que cuando ellos llegaron, el vió a Eliab y pensó: ¡Ciertamente su ungido está delante de Jehová! Pero Jehová dijo a Samuel: No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, pues yo lo he rechazado. Porque Jehová no mira lo que mira el hombre: "El hombre mira lo que esta delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón" (1Samuel 16:1,6-7). Muchos pensaron que el Mesías debió ser un gran emperador y no un niño pobre nacido en pesebre. La mayoría siempre pensará que la verdad está del lado de los fuertes, de los aplausos y de las eminencias, que del lado de unos pocos despreciables como fueron los mártires.
Algunos llegan a recibir las buenas nuevas espirituales, pero si proceden de alguien sin eminencia carnal, entonces las desprecian aun cuando ellos mismos hayan sido sacudidos de arriba hasta abajo por esas doctrinas: "Vino a su tierra y les enseñaba en su sinagoga, de manera que ellos estaban atónitos y decían: ¿De donde tiene este esta sabiduría y estos milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre Maria, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas?" (Mateo 13:50-55). Su origen humilde y bajo los prejuició de tal manera que sus mentes no podían dar el debido crédito, honor y respeto que Cristo merecía.
Asegúrate en no despreciar las cosas por su insignificancia, porque sin saberlo podrías estar condenando los caminos de Dios. El pueblo del Señor ama a Cristo, no por las ventajas o conveniencias que tenemos de El, sino por Su propia causa. Muchos se perdieron por caer en ese error: "Jesús les respondió diciendo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis de los panes y os saciasteis" (Juan 6:26).
La sencillez del Evangelio y sus ordenanzas son obstáculo a la mente terrenal. La mente terrenal es como estos que refiere el pasaje, que no hayan contentamiento en solo palabras -porque después de todo el servicio a Dios es de modo central la predicación. Y dicen: tenemos mejores cosas en nuestros hogares que una pelada predicación y oración.
Amado hermano, no olvides que nuestro Salvador envió ignorantes pescadores a conquistar el mundo.
Ruega al espíritu de Dios que te revele Su voluntad y consejo en todas las cosas. Hay creyentes que llevados por una mente carnal desprecian a sus hermanos porque no tienen buena apariencia. En tales casos el mal o la razón del desprecio no está en el hermano humilde, sino en ti que desprecias. ¿Por qué? Porque careces de una mente espiritual.
Si el prójimo es indigno, la compasión cristiana debiera llevarte a ternura y afectos. Si el prójimo es excelente, el amor y no la envidia deben conducirte al amor, porque el amor se goza en el progreso y bien ajeno.
Hermano amado no confíes en tu propia razón. Muchos hombres instruidos y cultos se pierden o caen en error en las cosas del reino por esta común causa. Los caminos de Dios son secretos, y he aquí el remedio: "El secreto de Jehová es para los que le temen" (Salmo 25:14).
Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org
No hay comentarios.:
Publicar un comentario