miércoles, 5 de enero de 2011

Calvino y la autonegación.3

Parte I
La suma de la vida cristiana - negación de nosotros mismos

La filosofía cristiana de la no pertenencia al mundo y la autonegación: no somos nuestros, sino de Dios.

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  1. Autonegación mediante devoción a Dios

Surge entonces el segundo principio: no buscar lo propio sino la voluntad de Dios y actuar con la visión de promover Su gloria. Grande nuestro beneficio si, casi olvidados de nosotros mismos -ciertamente postergando nuestra propia razón- con fidelidad estudiamos cómo obedecer a Dios y Sus mandatos. 

Cuando la Escritura nos hace poner de lado asuntos privados, además de evitarnos deseos excesivos de riqueza, poder o favores humanos, también erradica toda ambición y sed de glorias mundanas y otras plagas secretas.
El cristiano debiera entrenarse y disponerse de tal modo que considere su quehacer con Dios como su vida entera. Así, traería todas las cosas a la disposición y estimación divina y piadosamente dirigiría a El toda su mente. Porque quien ha aprendido a mirar a Dios en todas las cosas que hace, también ha aprendido a evitar pensamientos vanos. 
Esta es la autonegación que desde el inicio Cristo enfatiza fuertemente a Sus discípulos (Mateo 16:24), un concepto que al arrebatar la mente no deja espacio para -primero- orgullo, teatro y exhibicionismo y -segundo- avaricia, lujuria, lujos, afeminamientos y otros vicios engendrados por el amor de sí mismos (2Timoteo 3:2-5). 
Donde no hay autonegación, habrá entrega a los peores vicios sin el menor asomo de vergüenza. Donde solo hay apariencia de virtud, estará viciado por el deseo perverso de ser aplaudidos. Muestren si pueden a un individuo quien -a menos que haya renunciado a sí mismo en obediencia al mandato divino- esté dispuesto a hacer el bien por amor de sí mismo. Quienes lo hacen sin haber renunciado a sí mismos siguen la virtud por causa de la reputación. Los mismos filósofos que argumentan en favor de la virtud por la virtud misma, son tan arrogantes e inflados que evidencian buscar la virtud por ninguna otra razón que como terreno para el orgullo.

Muy lejos está Dios de deleitarse en tales cazadores de aplausos y pechos inflados, El mismo declara que ya han recibido en este mundo su recompensa (Mateo 6:2,5,16) mientras que prostitutas y publicanos están más cerca de los cielos que ellos (Mateo 21:31).

Todavía no hemos explicado cuán grandes y numerosos son los obstáculos que impiden al hombre en su búsqueda de rectitud (moralidad de mente y conducta) mientras no haya renunciado a sí mismo. El viejo dicho es verdad: “hay un mundo de iniquidad atesorado en el alma humana.” No hay otro remedio para esto que negarse a sí mismo, renunciar la propia razón, dirigir la mente entera a buscar aquellas cosas que el Señor requiere de nosotros y que hemos de procurar solo porque son agradables a El.

Calvin’s Institutes of the Christian Religion, Book Three, Chapters VII-VIII.
2009 Chapel Library; Pensacola, Fl.

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