miércoles, 5 de enero de 2011

Meditación del 5 de enero

"Con misericordia eterna me compadeceré de ti, dice tu Redentor Jehová" (Isaías 54:8).

La bondad y liberalidad del amor de Cristo a Su pueblo sobrepasa todo entendimiento. Nadie puede valorar, numerar los benditos frutos de Su amor, más numerosos que las estrellas del cielo o los granos de la arena del mar. 



¿Quién puede decir cuantos pecados han sido perdonados por el amor de Cristo? y el apóstol responde: "Ni tampoco es la dádiva como el pecado de aquel uno; porque el juicio, a la verdad, surgió de una sola ofensa para condenación, pero la gracia surgió de muchas ofensas para justificación" (Romanos 5:16).

¿De cuánto peligros hemos sido librados? Y el profeta contesta: "Te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes... Y seréis recordados por Jehová vuestro Dios, y seréis librados de vuestros enemigos" (Jeremías 15:21
;Números 10:9). 
¿Y quien suplirá nuestras necesidades? Y el apóstol nos dice: "Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia" (Juan 1:16). 
Si pudieran registrarse en un libro todos los favores recibidos de Cristo, la cantidad sería innumerable, aunque la suma total está contenida en esta expresión: "Todo es vuestro" (1Corintios 3:22).

¿Y qué decir de la constancia del amor de Cristo a Su pueblo? Ni el tiempo, ni la distancia, ni la condición pueden cambiarlo o alterarlo: "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13:8)


Pedro cometió gran ofensa contra El, no obstante, tan pronto como Jesús resucitó de entre los muertos le envió este mensaje a quien le había negado: "Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que el va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis como os dijo" (Marcos 16:7). A pesar de la debilidad e infidelidad de los discípulos, Su amor hacia ellos fue el mismo, siguió hablándoles con las mismas maneras y ternura de antes. 
Se lee en las Escrituras del amor de Jacob por Raquel, y como esperó catorce años para tenerla, padeciendo muchas adversidades. Por ella soportó el dolor del frío invierno e incomodidades del verano, pero también dice la escritura que Raquel era de lindo semblante y hermoso parecer (Génesis 29:17). 
Cristo nos ama sin haber en nosotros la mas mínima traza de hermosura, sino lo contrario, y soportó hasta la muerte el fuego de la ira de Dios por nosotros.

David deseó morir en lugar de su hijo 
Absalom (2Samuel 18:33). Lo deseó, pero Jesús no solo quiso sino que también lo hizo. El amor de Cristo es amor real, no descansa en solo buenos deseos sino que tenemos grandes pruebas y manifestación: "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por el. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que el nos amó a nosotros y envió a su Hijo en expiación por nuestros pecados" (1Jn.4:9-10). 

En el amor de Cristo hay benevolencia y beneficencia; buen deseo y buena obra. Un hombre puede desear salud cuando el otro está enfermo, y suplir cuando el otro está necesitado, pero Cristo deseó e hizo el bien de Su pueblo. Como el fuego que muestra su realidad por la luz y el calor de sus llamas. 
Usted podrá decir a otro que lo ama, profesar de palabra sin que el otro vea; ahora bien, llegada la ocasión y usted hace algo que expone a pérdidas o peligros por causa del amor, entonces el otro dirá que de cierto usted lo ama.
 
Así dijo Dios de Abraham: "Y le dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada, porque ahora conozco que temes a Dios, ya que no me has rehusado tu hijo, tu único" (Génesis 22:12). Esto es, que le dió prueba y fuerte evidencia; así mismo es Cristo, que ha mostrado la realidad de Su amor, el hombre lo ve.

De manera que podemos concluir, diciendo: Que el amor de Cristo es libre y soberano, siempre sobrepasa todo conocimiento.

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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