martes, 25 de enero de 2011

Meditación del 25 de enero

“Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3).

Santidad de vida es lo que hemos de procurar, en lugar de felicidad temporal. En 
Juan 17 Jesús oró para que los Suyos sean guardados no tanto del peligro del mundo, sino más bien del mal, y luego pide por santificación. 
Y así mismo hemos de orar por otros en la comunión del Espíritu y como un impulso de la naturaleza divina que hay en uno.

De esto se desprende que las bendiciones materiales serán deseables cuando tengan como fin o propósito un bien espiritual. Lo natural tiene también derecho de hablar y pedir, pero los pedidos de la gracia deben ser atendidos primero: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33)
Por tanto, será tu sabiduría y bienestar no dar tregua al presionar tu corazón para que se abstenga del pecado. Seamos cuidadosos, porque la religión  farisea se basa más en negativas que en hacer el bien, aunque hay un poner y un quitar: “Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos, pero renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad” (Efesios 4:22-24).

Por cierto es una interrogante si la vida del cristiano debiera gastarse más en mortificación o vivificación; más en evitar el pecado o en hacer los deberes. 
De cierto que nuestra naturaleza se goza más en hacer lo bueno que en las negaciones. Pero también los diez mandamientos tienen solo dos preceptos positivos, el cuarto y el quinto, y los demás negativos. 
Quizás porque el pecado perturba más la razón que la carencia de Gracia. 

Los moralistas, aun cuando hacen mucho bien natural o social, no tienen comunión con Dios. Es necesario presionar el alma para abstenerse del pecado, porque un instrumento como la guitarra dejado a sí mismo se desafinará y no podrá ejecutar la melodía, pero si está afinado será más fácil tocarlo. Absteniéndonos del pecado estaremos en condiciones de ser usados por Dios en cualquier tiempo. 
Si la comunión con Dios no es constante, entonces el corazón se oxida. Téngase en cuenta que la comunión se corta por el pecado más que por la carencia de gracia: “He aquí que la mano de Jehová no se ha acortado para salvar, ni su oído se ha ensordecido para oír. Vuestras iniquidades son las que hacen separación entre vosotros y vuestro Dios. Vuestros pecados han hecho que su rostro se oculte de vosotros para no escuchar” (Isaías 59:1-2). Frialdad en los deberes y pecado nos hace inadecuados para el Señor, pero el pecado todavía más. 
Presiona, pues, tu corazón para que se abstenga del pecado.

Hermano amado, no te sientas satisfecho con ningún grado de gracia. En el Cristianismo hay eso como una "codicia santa". El apóstol lo dice así: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). 
Cristo es tan lleno que no podemos recibirlo todo de una vez, ni tampoco tenemos vasijas suficientes para retener todo Su aceite.

Será ajeno a un santo creerse suficientemente bueno. Por tanto, hagamos uso de los medios de gracia para crecer en santidad, especialmente oración, medio señalado por Dios para mantenernos encendidos. 
Es tanto así, que al referir la apostasía de los últimos días el Señor -hablando en contexto sobre la necesidad de orar y no desmayar- termina Sus palabras así: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? " (Lucas 18:8)
La oración es el canal para llevar nuestros santos deseos a Dios.  

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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