“Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos” (Números 13:30).
Observa la reacción de Caleb: buena, confiada -no en su poder sino en el poder y promesa de Dios- es como si dijera "no nos envió a ser meros espías, lo hizo para probar lo que había en nuestros corazones."
Caleb salió victorioso de la prueba. Es sabido, por la Biblia y nuestra experiencia, que en toda sociedad hay hombres y mujeres corruptos, pero al mismo tiempo es difícil que no aparezca un hombre fiel, helo aquí. Entre los doce apóstoles hubo un Judas, y entre los doce espías un Caleb y un Josué. Veamos pues, que Dios no abandonará nuestras buenas causas, aun cuando sea con muy poco.
Josué hizo silencio, sabiamente pospuso su participación para un momento más adecuado, con que sólo hablara Caleb era ahora suficiente. Es notorio que fue un hombre de fe o de mente espiritual, pues su convicción le impulsó a hablar y le sostuvo cuando toda la multitud estaba en contra de los que ellos creían. En ningún momento se le oyó decir: ¿Qué puedo hacer yo y Josué contra todo un pueblo, o ir en contra de diez príncipes? Al contrario, miremos su valentía de fe: “Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego”. Esto es lo que llamaríamos nadar en contra de la corriente, conducir sus amigos a la verdad y los enemigos contra su persona. Aceptó el reto y enfrentó la multitud.
Aprendamos de Caleb: cuando un hombre de convicción se dispone a defender un caso, no considera tanto el número o capacidad de sus oponentes, sino la legitimidad de la causa a defender. El individuo tampoco pone mucha atención a si está sólo o acompañado. Caleb no cuidó ser popular o impopular, sino agradar a Dios. Vio algo que ellos no pudieron ver, pues vio con ojos de fe, mientras ellos sólo con los ojos físicos.
El miedo carnal agranda los peligros mientras que la fe los disminuye. Muchos de tus problemas se agrandan por tu incredulidad. Los valientes que hay en este mundo, son hombres de fe. Hubiera sido un éxito para Israel si hubieran seguido el consejo de Caleb. Y de paso aprendamos que la Iglesia no se gobierna [o no debiera gobernarse] por el sentir de la multitud, sino por la Palabra de Dios. Amén.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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