miércoles, 10 de marzo de 2010

Meditación del 10 de Marzo

"Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? ” (Lucas 9:54).

Es cierto que Elías provocó fuego del cielo para quemar el holocausto, no para consumir posibles creyentes. Entre quienes hablaron estaba Juan, ¡el apóstol del amor!

No se percataron ni habían entendido que estaban siendo entrenados, no para quemar gente, sino para venir y predicar el Evangelio con fines de salvar, no para destrucción. El punto es la debilidad aún de grandes apóstoles. No te desanimes al seguir a Jesús a pesar de tus debilidades espirituales.

Fueron impacientes e intolerantes con las debilidades ajenas, sin embargo actuaron como verdaderos discípulos pues no se limitaron a pedir fuego sobre los Samaritanos, preguntaron al Maestro. La pregunta fue inmisericorde, es cierto, pero al menos consultaron. Es verdad que Jesús tenía poder para mandar sobre cielos y tierra, pero con el propósito de libertar las almas del pecado. Un verdadero discípulo de Cristo es como el automóvil que no va a otro lugar sino sólo a donde el conductor lo dirija. Es como si ellos hubiesen preguntado: ¿Debemos dirigir el carro hacia allá?

¿Donde reside la falta? Fue doble: presunción y con deseos de venganza personal. Su arrogancia consistió en que no preguntaron si la moción era de Su agrado sino que la dieron como un hecho. Eso es soberbia o arrogancia. Pidieron permiso y eso es correcto, pero sin la voluntad del Señor consideraron correcto enviar fuego.

El hecho de preguntar deja entrever como si pensaran que Jesús lo aprobaría, lo cual se constituye en ofensa contra el santo carácter del Señor. “Perdieron la chaveta”. Se hicieron crueles y vengativos. Su celo no era de elogio sino de censura. Pidieron igual trato que a sodomitas, cuando su falta había sido simple descortesía.

Volvamos a leer: “Más no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén” (v.53). Es muy probable que si Jesús hubiese venido como simple hombre y vestido para ir a Jerusalén le habrían recibido, pero no le recibieron porque se dirigía hacia la fiesta en Jerusalén, de modo que el rechazo no fue a Su Persona, sino a su nación, y quizás por el maltrato que habían recibido de los judíos en el pasado.

No hubo rechazo de hijo de Dios, ni blasfemia, ni injurias, ni asaltos, ni persecución ni opresión. Todo se reduce a esto: “no le recibieron”. ¿Merecían ser arrasados con fuego de la faz de la tierra? De ninguna manera. Oigamos lo que Jesús había dicho que se aplicara: “Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos” (9:5). Y eso debía ser pronunciado sólo cuando fuesen rechazados como predicadores del Evangelio, pero aquí no se trata de eso, sino de simples viajeros que le han negado hospitalidad. Gran diferencia en los casos.

Cuando corresponda, pues, hacer juicio en nombre del Señor, no podemos ir más allá de lo que El mismo ha establecido en Su Palabra. No pongamos la misma medida a las ofensas contra el Señor; hay grados. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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