jueves, 4 de marzo de 2010

Meditación del 4 de Marzo

“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación.” (Hebreos 5:8).


El maestro del Señor Jesús en su ministerio terrenal fue la paciencia, la cual alimentó su experiencia, o que sintió la adversidad y agregó sentido espiritual a su fe y discernimiento. El corazón de Cristo fue un océano de amor por los hombres.

No obstante le fue necesario aprender misericordia y compasión por nosotros en una manera experimental.

La perfección o madurez espiritual no es posible sin la compañía del tiempo, o más específicamente de la experiencia; que los sentidos espirituales, no los corporales, maduren con el vivir cristiano, y en particular con el sufrir por amor a la verdad, o el amor por el Evangelio: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos… Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:10,18). Dios educaría Su Hijo en todas las facultades y lecciones de un ser humano, pasó por el camino del conocimiento experimental hasta la perfección. O que el conocimiento espiritual o discernimiento se perfecciona con la experiencia.


Los sentidos espirituales han de ser ejercitados para estar en capacidad de aprobar lo mejor y crecer en santificación de vida. El discernimiento, más que un don, es un arte espiritual, ser diestro en ello depende del ejercicio o práctica. Por ejemplo médicos, pintores, etc. Su talento depende del conocimiento teórico y experimental, así mismo el creyente maduro en la fe. Es algo que se practica: “Ejercítate para la piedad” (1Timoteo 4:7). Esto es, que consigas destreza tal como hacen los estudiantes con sus lecciones. Para adquirir discernimiento es necesario que nuestros sentidos espirituales sean antes ejercitados.

La destreza de un ebanista crece a medida que trabaja con cuidado la madera. Entre los ebanistas suele haber tres grados, el aprendiz, el ebanista y el maestro. Y tal escalafón depende de la experiencia. De modo semejante ocurre en la vida Cristiana, de ahí la oración de Pablo: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento” (Filipenses 1:9). Comentando esta oración, Thomas
Goodwin dice: Que en el camino de la piedad seamos llevados a toda clase de pruebas de gracia y ver el cumplimiento de las promesas de Dios; y que así, habiendo sido probados o experimentados en todas esas conclusiones, sean perfeccionados como cristianos en el conocimiento espiritual, y en todo discernimiento o en todos los sentidos del alma creyente. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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