“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 3:35)
Para ayudar a mantener la unidad de la Iglesia tenemos una Confesión de Fe, una unidad de juicio o entendimiento entre todos los miembros de la Iglesia.
La Confesión declara nuestro entendimiento de las Escrituras en doctrinas básicas del Cristianismo, y eso es algo muy importante. Pero más importante que unidad de entendimiento es unidad de afectos. Precisamente lo que Cristo manda a declarar cuando dice que nos amemos de corazón unos a otros.
Unidad de juicio es necesaria y beneficiosa para el cristiano, pero unidad en los corazones es más esencial y fundamental: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 3:34-35). Un hombre con mucho conocimiento teológico pudiera ser enemigo de la cruz de Cristo. Alguien con amor divino en su alma de seguro es un hijo de Dios, hermano del Señor Jesús.
Hay verdades que son para ser creídas, pero el amor es verdad para ser creída y practicada. Cuando cada uno dé cuenta de sí en el Juicio Final, no dará cuenta de asuntos teológicos sino de cómo practicó el amor. La teología declara conocimiento, pero el amor, vida del cielo: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis” (Juan 13:17).
No hay otra evidencia más segura de la realidad de salvación en una persona que el amor. Talentos, dones y sabiduría no son pruebas suficientes. La Biblia refiere de hombres con dones extraordinarios que terminaron en el infierno (Mateo 7:23); de otros como Ahitofel, que fueron muy sabios y fueron condenados.
La honra de declarar la certeza de si somos verdaderos cristianos pertenece sólo y únicamente al amor: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”. Nuestro Salvador pone un peso muy grande sobre la práctica de esta gracia como no lo hace con ninguna otra: “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado… Esto os mando: que os améis unos a otros” (Juan 15:12,17). Es la única gracia que más evidencia que somos hijos de Dios. Amén.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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