martes, 2 de marzo de 2010

Lengua y Raciocinio.1

Rigurosidad de pensamiento y modo en que hablamos afectan, para bien o para mal, el tipo de comunidad en que vivimos. Cuando una sociedad entra en crisis, esto se nota con mucha claridad en el lenguaje. El lenguaje se empobrece de un modo tal, que hay ciertas ideas que ya ni siquiera llegan a expresarse, donde todo razonamiento lo reemplaza la frase hecha, el slogan.

El slogan es lo que caracteriza a nuestra moderna sociedad de masas en sus actuaciones políticas. Y cuando toda comunicación se realiza mediante etiquetas, no solo se atenta contra el lenguaje sino que se destruye la racionalidad pues no habrá oportunidad de pensar con seriedad en el orden y sentido de lo político, ya que se resuelve recurriendo a frases prefabricadas. A su vez, las frases se convierten en el medio por el cual todo el mundo expresa sus “convicciones”, que no irán más allá del slogan mismo.

Pero criticar el slogan no sirve de mucho. Es necesario dar un paso más. La obra de Lewis se encuentra llena de apelaciones al sentido común para defendernos de las ideas de moda.

“Bulverismo” es el nombre inventado por Lewis para designar una práctica típica de la retórica actual: la de intentar sugerir por qué alguien está equivocado, antes de demostrar que en efecto está equivocado. El asunto es grave porque tiene apariencia de refutación, pero no lo es, pues no se hace cargo del argumento contrario. Lo que caracteriza al “bulverismo” es atender a la psicología del contrincante, a sus eventuales intereses ocultos, en lugar de hacernos cargo de lo que en realidad piensa.

Por ejemplo, si yo digo tener una suma considerable de dinero en el banco, la única manera de saberlo es sentarse y hacer el cálculo. Si mi cálculo es correcto, quedará demostrado. Si mi cálculo es incorrecto, sería interesante explicar cómo llegué a ser tan malo en aritmética (la idea del deseo oculto tomará relevancia), pero sólo después de haber calculado y demostrado el error.

Y lo mismo sucede con toda idea y sistema de pensamiento: si intentas demostrar quién está equivocado al especular sobre las intenciones ocultas del pensador, sólo harás el ridículo. Primero hay que mostrar en términos lógicos quién tiene posiciones insostenibles. Después, ir y descubrir las causas internas del error. Es decir, demostrar el hecho de que un hombre está equivocado antes de empezar a demostrar por qué está equivocado.

Sólo haciéndonos cargo de los argumentos, y no de los intereses del otro, podremos avanzar en el descubrimiento de la verdad.

Ahora bien, para atreverse a pensar, a hacerse realmente cargo de los argumentos del otro, hace falta rigor intelectual (conocimiento) pero sobre todo coraje, la valentía de seguir la verdad adonde nos lleve, reconociendo que muchas veces puede significar dejarnos convencer por otros.

Tomado de "ETICA Y POLITICA. Una mirada desde CS Lewis.", Manfred Svensson

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