jueves, 18 de marzo de 2010

Meditación del 18 de Marzo

"Si Yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta para que devore la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo" (2 Crónicas 7:13)


Como si dijera: cuando veas que el castigo divino viene sobre ti, aprende que eso es por tu desobediencia.

Llama la atención sobre la naturaleza del castigo. Es un juicio que no podemos controlar, donde no vale el uso del poder, destreza, capacidad, o aún dinero en el caso de que se tengan posesiones, nada de eso podrá evitarlo, sin lugar a dudas que viene de Dios.

Téngase en cuenta que no se trata de un juicio personal sino colectivo, es sobre todo el pueblo. Es impuesto por Dios mismo, no hay mezcla de segundas causas.


Hay adversidades de las cuales podemos librarnos con nuestra propia destreza. Con un buen consejo nos salvamos del enemigo, pero ¿quién puede librarse de la sequía o de una epidemia? Ningún poder humano puede abrir o cerrar las nubes, ni supermercado alguno evitar una hambruna.

Si alguien nos persigue con el fin de hacer daño significa malicia, o que hay una segunda causa. Pero el castigo descrito en el verso ocurre por operación directa del poder de Dios sobre la naturaleza. Sólo Dios envía plagas y sequía.

Hay castigos donde podemos ver a un hombre o a un gobierno contra uno, pero en el verso vemos a Dios mismo cerrando la llave de agua sobre la tierra, o mandando plagas sobre los sembradíos o enviando epidemias. No decimos que otras adversidades no sean enviadas por Dios, sino que la naturaleza de los castigos en el pasaje son sin segunda causa.


Es como si hubiese dicho: "Si Yo enviare adversidades sobre ustedes que ninguna sabiduría o poder humano pueda evitar; si el pueblo se humillare y se convirtiera de corazón, entonces Yo oiré sus ruegos y los sanaré". Se trata de un combate espiritual entre Dios y el hombre.

El hombre enoja a Dios con su pecado, y Dios envía juicio. Si el hombre usa armas de humildad, Dios cede con favor y misericordia.

Aprendemos que juicios divinos son un excelente medio para ver nuestros propios pecados. Lo saludable es no quejarse del castigo (un corazón sabio no se queja); lo sabio es reflexionar, examinar cual ha sido nuestra conducta.

Recordemos que es una tragedia ser castigados sin gracia, pues está escrito: "Bienaventurado el hombre a quien tú, oh Jehová, disciplinas y lo instruyes sobre la base de tu ley" (Salmo 94:12). El castigo trae bendición si somos enseñados en la Ley del Señor. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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