viernes, 5 de marzo de 2010

Meditación del 5 de Marzo

"Más Roboam, dejando el consejo que le dieron los ancianos, tomó consejo con los jóvenes que se habían criado con él, y que estaban a su servicio” (2 Crónicas 10:8).


Es un arte buscar consejo, y saberlo buscar; pues uno podría encontrarlo y seguir actuando como si no se hubiese recibido. El hecho de que
Roboam el hijo de Salomón consultara sus compañeros fue muestra de su debilidad para pensar y apropiarse de lo correcto, porque los ancianos de Israel le habían dado acertado consejo, sustentado por la sabiduría y amor a su padre.

Pudiera ser correcto consultar los jóvenes y luego con los mayores, lo que no parece sabio es descender de las canas a los que todavía están con sus juguetes.

La edad trae experiencia y sería una vergüenza que los años no traigan sabiduría. En cambio la juventud suele ser presurosa, apegada a su voluntad carnal, muy guiada por sus sentimientos, insolente, contraria a la razón y buen juicio, buena para ejecutar, pero no tanto para aconsejar. Como dice el refrán: La madera verde se dobla fácil, en cambio la añeja es constante y firme.


Ahora notemos el desacierto de los jóvenes: “Le contestaron: Así dirás al pueblo que te ha hablado diciendo: Tu padre agravó nuestro yugo, más tú disminuye nuestra carga. Así les dirás: Mi dedo más pequeño es más grueso que los lomos de mi padre” (v.10). Sus palabras tenían veneno. Mientras el consejo de los ancianos fue racional, tomar las cosas como son y no como uno quisiera que fuesen, apegado a la realidad de las circunstancias, el de los jóvenes apelaba al orgullo o sentido de grandeza de Roboam, que hablara con terror al pueblo.

El pueblo pidió rebaja de impuestos, y los jóvenes aconsejaron dar sangre, con un lenguaje áspero. Fue un consejo sangriento. Como quien dice: "Yo no recibo presión de nadie." Ni razón, ni buen juicio.

El consejo no podía ser peor. ¿Quién podrá albergar esperanza de un gobernante que promete tiranía y cuya boca habla cosas infladas?

Meterle miedo al pueblo es la peor vía para cuidar la gobernabilidad. Si algo bueno han de hacer los gobernantes o cualquiera que se encuentra en posición de ejercer autoridad es castigar los culpables, pero no empobrecer sus bolsillos.


Evitemos los enemigos de la sabiduría y el buen consejo. La virtud de la sabiduría tiene dos grandes enemigos: carnalidad y orgullo.

La desgracia vino sobre Roboam y su casa por oír el consejo de los jóvenes, envenenado con esos dos vicios: carnalidad juvenil y arrogancia. Un hombre no puede ser sabio y adicto a los placeres de esta vida. Los presumidos tampoco pueden ser amigos del buen juicio, porque la humildad es el deleite del saber, oiga la prueba: “Dios encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera” (Salmo 25:9). Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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