domingo, 7 de marzo de 2010

Valor para creer.2

La Escritura es muy clara cuando define la muerte del viejo hombre para que surja el nuevo en Cristo. La fe se halla en el centro de este contexto polémico. Por un lado morir a los caminos de la cultura y del Yo, y por otra parte vivir en los caminos de Cristo.

Fe requiere transición de lealtad y enemistad. Es abandonar la enemistad natural contra Dios y ahora ser enemigos del mundo.

Sin embargo, la iglesia de hoy se equivoca y cae en profunda idolatría. En lugar de dirigir la enemistad contra el Yo caído –Jesús mismo declaró la necesidad de crucificar al Yo para seguirle- la iglesia de hoy se ha vuelto indulgente y no percibe que al dejar de crucificar el Yo entonces continúa en enemistad contra Dios. Por esta razón Santiago exclama indignado: “¿Acaso ignoran que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios?” (Santiago 4:4).

El problema de la idolatría será siempre un problema de amor mal colocado y enemistad mal colocada. ¿Cómo redireccionar la enemistad contra Dios y dirigirla hacia el mundo? ¿Cómo redireccionar el amor hacia sí mismo por el amor a Dios?

La respuesta es compleja. Después de todo, vivimos un nuevo siglo donde la cultura carece de horizontes cognitivos y donde se ha resquebrajado el núcleo moral. ¿No debiéramos usar un nuevo lenguaje para traducir el evangelio a palabras vernáculas, psicológicas o contemporáneas? ¿No debiéramos contar con la última información sobre las nuevas generaciones, para ser relevantes?

Este temor es muy antiguo. Pero tiene todo que ver con nuestra incredulidad y nada que ver con la complejidad de hacer saber el Evangelio. Porque el único camino para intercambiar nuestro amor propio por el amor a Dios es creer el Evangelio. El único camino para reemplazar nuestra enemistad moral hacia Dios y dirigirla al mundo es mediante la obra sobrenatural del Espíritu Santo rehaciendo nuestra naturaleza caída, apoyado en el sacrificio hecho por Cristo, para iniciar la recuperación de la imago Dei a medida que seamos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor (2 Corintios 3:18).

La iglesia debe tener el coraje para recuperar tanto el lenguaje como el entendimiento del pecado. Debe rehabitar el universo de significado dado en la Escritura. Debe recuperar su enemistad contra la cultura y naturaleza humana caídas y dejar de balbucear sobre estos conceptos. Debe tomar más cuidado de la verdad que de su éxito como iglesia, más cuidado de ser fiel que de ser políticamente correcta.

Debe encontrar la fortaleza para creer que la modernidad no posee problemas que sean insuperables para la gracia y el poder de Dios.

Tomado de "LOSING OUR VIRTUE. Why the church must recover its moral vision", David F. Wells

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