lunes, 22 de marzo de 2010

Meditación del 22 de Marzo

“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vinculo perfecto” (Colosenses 3:14)


En los versos previos el apóstol presiona los hermanos de Colosas a vestirse de ropa divina como el medio de mantener la comunión y la unidad entre ellos.

Manda y espera que todo aquel que haya sido escogido por Dios debe exhibir una conducta acorde con lo que profesa: ser un santo de Cristo. Lo primero que recibimos de Dios es su compasión, y Sus hijos deben manifestar lo mismo en sus relaciones de unos con otros: “Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia, soportándoos los unos a los otros y perdonándoos los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros” (v12-13). Se trata de un deber, no una espontaneidad natural, o que el creyente ha de esforzarse en vestir su carácter con estas gracias.


Un hombre vestido de blanco, con estetoscopio al cuello y calzado con zapatos de color blanco sin duda será médico. El uniforme blanco identifica la dignidad de ese hombre como médico y de igual modo el amor es lo que otorga dignidad de ser un elegido de Dios, por eso dice el apóstol: “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vinculo perfecto”. El amor es el uniforme de un verdadero cristiano, y es la gracia que une la Iglesia de Dios.


Esta unidad consiste de dos cosas: ser de un mismo parecer y tener amor mutuo.

El amor es la principal de todas las gracias. Debían ponerse la ropa interior y otras prendas de vestir sobre su carácter, y ahora les exhorta a ponerse el amor sobre todas las demás, o que esta última es lo que coronaría su vestuario como hombres y mujeres elegidos por Dios para ser coherederos con Cristo, puesto que la dignidad como cristianos estaría incompleta sin esta última.

Compasión, benignidad, humildad, mansedumbre y paciencia no pueden vivir sin la sangre del amor divino. El amor mantiene y da perfección a las demás gracias. Todas virtud cristiana sin amor sería como hermosas flores sin perfume. Nadie niega que los colores de esas virtudes sean bonitos y agradables en sí mismos, pero lo que hace un cuadro hermoso no es la belleza de cada color sino la armonía y proporción con que se combinan. El amor cristiano pone esa hermosa armonía en el carácter de un hombre. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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