miércoles, 31 de marzo de 2010

Meditación del 31 de Marzo

“Jehová es quien hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia” (Salmo 103:6).


Es sabio que mejores manos nos defiendan en lugar de hacerlo uno mismo. En ocasiones nos hemos encontrado en situación tan desventajosa que, sin pedirlo, otros hablan por uno y nos defienden. ¡Cuanto más el justo Dios abogará por la causa de los mansos!

Recordemos que el trabajo mayor de la mansedumbre es cuando somos provocados, y en esto volvemos al ejemplo de David, quien fue provocado por aquellos que buscaban su mal y le tendieron trampas con improperios de todos los colores en su contra para ver si caía en el gancho, sin embargo oiga como dijo: “Pero yo, como si fuera sordo, no escuchaba, y era como un mudo que no abre la boca” (Salmo 38:13). Preguntemos al hijo de Isaí: ¿Por qué no respondiste a las provocaciones David dice: “Pues en ti, ohJehová, he esperado; tú responderás, oh Jehová, Dios mío” (v.15).


Dios ha prometido defender no sólo a los oprimidos o quienes sean injustamente tratados, sino también a quienes en obediencia a las leyes de la mansedumbre le encomienden sus causas; el Señor les defenderá: “Te levantaste, oh Dios, para juzgar, cuando te levantaste para librar a todos los mansos de la tierra. (Selah)” (Salmo 76:9).

El juicio donde se trate el caso de los mansos no tiene otra sentencia que librarlos. Para el ofensor es un juicio, para el manso es vindicación.

Escuche esta verdad: “La ira del hombre no lleva a cabo la justicia de Dios” (Santiago 1:20). Un verdadero creyente pudiera ser maltratado y provocado a enojo, y airado pedir al Señor que lo defienda: aun cuando su petición sea justa, si está enojado no será atendido porque la ira humana no compromete, no mueve, no atrae, el favor de la justicia divina.

Quien así lo intente está en un error, para que su caso sea conocido primero debe salir del error y luego podrá someter su causa.

Si eres ofendido no intentes ser tu propio abogado, sino que tu mejor negocio sería imitar al manso Jesús: “Cuando le maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia” (1Pedro 2:23).

Mathew Henry en su comentario dice: "Sería por cierto una gran muestra de auto-negación hacer silencio cuando tengamos suficiente para hablar, o cuando hayamos sido muy provocado para responder; pues de hacerlo así el control de nuestras lenguas tendría pura motivación de paz y amor, manifestando de este modo una clara evidencia de que somos discípulos de Cristo, habiendo aprendido a negarnos a nosotros mismos. Es mejor que por el silencio demos beneficio a nuestro hermano, quien es, ha sido y quiere ser nuestro amigo, que por un hablar enojado demos lugar al diablo, quien ha sido, es y por siempre será nuestro jurado enemigo."


Repetimos: para ser mansos con el prójimo se requiere acomodar nuestro temperamento al prójimo, y las razones de este acomodo en santa mansedumbre son: que el silencio es nuestro deber. Aseguraría tu beneficio y por este callar Dios defendería tu causa. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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