“Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; más él no guardó lo que le mandó Jehová. Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo” (1 Reyes11:9). Hubo tiempo en que el Señor se agradó de las obras de Salomón, ahora hay enojo, y no es para menos. Sin embargo el enojo fue con una gran dosis de compasión, porque no lo mató ni lo despreció, sino que lo castigó como hace un padre con su hijo rebelde. El castigo fue castigo de hombre: “Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo” (v.11). O que en medio de esta horrible escena hay una copa de consuelo. Lo castigó, pero no lo mandó al infierno. La misericordia de Dios con Salomón fue así porque había una profecía a su favor. Dios hizo pacto con David y su casa: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2Samuel 7:12-16).
En otras palabras, que la apostasía de la casa de David, por más lejos que llegara, no podría frustrar el cumplimiento de la promesa de Dios sobre la obra de redención del Señor Jesucristo, salido de los lomos de Salomón. Dichosa la persona que el Señor atraiga hacia El. No hay nada más valioso que la misericordia de Dios. Los pecados de los elegidos no pueden anular la extensión de Su misericordia. Amén. P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org |
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1 comentario:
Gracias por sus meditaciones Bíblicas. Pero hay ciertas aprehenciones que tengo sobre la interpretación de algunos pasajes del Antiguo Testamento. Para mí Dios es bondadoso, magnánimo, longámino, tolerante, sabio, rápido para pedonar y lento para castigar si es que castiga. Pienso que Dios no castiga nuestros pecados, que nosotros mismos nos castigamos debido a nuestro comportamiento. El no nos azota, no nos manda enfemedades y ninguna calamidad, tdo lo traemos consigo al pecar y al faltar a sus mandamientos.Si Dios castigara se parecería a nosotros en nuestra ira en nuestras pasiones, odios, rencores etc.; entonces no sería Dios. El está muy lejos de parecerse a nuesra moral a nuestra conducta ética. Está
lejos de nosostros en ese aspecto, sin contaminación carnal.No le hechemos la culpa a El de nuestros males sino que pensemos en nuestro comportamiento y recapacitemos. Es muy fácil echarle la culpa a otro y no mirar la viga que hay en nuestros ojos. Creo que esto es lo mas razonable antes de asustar a la gente con la ira de Dios, porque si el tuviera ira sería igual a nosotros entonces no sería Dios. Espero que esto pueda hacerlo reflexionar y si es posible enviarme su comentario. Atte. RDP
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