miércoles, 24 de marzo de 2010

Meditación del 24 de Marzo

“Siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo. De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor” (Efesios 4:15-16).


El efecto del amor cristiano. La comunión de los santos consiste en el efecto del amor que Dios ha puesto en el corazón de los suyos: “Siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo” (v.15). Comienza en amor y tiene como objeto ser edificados en amor. No hay manera de crecer en Gracia a menos que las vidas confiesen dependencia en Cristo, y esto es imitar Su amor.


Cristo es nuestra cabeza, o que derivamos vida y poder de él, como el cuerpo lo hace de su propia cabeza, luego, retornamos esto en alabanzas y acción de gracias Mire el orden en el texto: Obedecemos, seguimos o imitamos la Cabeza: “Siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza”. Luego, el efecto de ese seguimiento a la cabeza es la comunión de los hermanos: “De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas”.

Esa actividad colectiva es lo que hace crecer a los cristianos: “Recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros”. Cada uno toma de la Cabeza y lo ejerce para bien de los demás miembros. Finalmente, el propósito final es crecer en amor: “Para ir edificándose en amor”; nace en amor y termina en amor. Una Iglesia que práctica el amor es una congregación sana y bien edificada. Porque el amor no sólo es un deber, sino también remedio, su efecto es sanar nuestras almas: “Toda la ley se ha resumido en un sólo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que no seáis consumidos los unos por los otros” (Gálatas 5:14-15).

El efecto del amor es sanarnos o librarnos de ser consumidos. Si no amamos a los hermanos, el amor de Dios no está en nuestro corazón. No será nuestra imagen, ni nuestras actividades en la Iglesia, ni cualquier cosa que hagamos o podamos hacer lo que evidenciará la gracia de Dios en nosotros, si carecemos de la gracia del amor de Cristo: “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vinculo perfecto.”


Entonces, si Cristo está en ti, como Dios está en Cristo, manifiesta lo que Cristo hizo contigo. Tú preguntarás ¿Cómo se hace eso? veamos el caso de Jesús: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed a las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (
Juan 10:37-38). Las obras y los milagros de Jesús excedieron los poderes de la naturaleza y manifestaron su ser divino. Las obras de amor que tú hagas por encima de tus inclinaciones mundanas, ¿acaso no probarán que Cristo está en ti?

Tú podrás saber si está en ti, por medio de sus efectos: El efecto obligado, cuando el amor de Cristo echa raíces en un corazón, es erradicar el egoísmo; lo primero que el amor echa fuera. Como cuando la carne es puesta en el fuego lo primero que arde es la grasa y el colesterol. Más particularmente la primera lección es la humildad, ese es el ABC del cristianismo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29).

El amor cura de tal modo el alma que la hace descansar plácidamente. Ten presente que la verdadera humildad empieza comparándonos con otros, pero ese otro no es cualquiera sino el mejor que podamos encontrar, porque queremos ser verdaderamente buenos, por eso no te compares con los otros, tal descanso sería engañoso, compárate con Cristo y El te hará descansar. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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