“Más los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido” (Números 13:32).
La incredulidad pone a los hombres a actuar en sentido contrario. La sabiduría de aquellos israelitas era levantar la bandera y marchar hacia la conquista de Canaán, en cambio se sentaron, lloraron de miedo, y levantaron sus voces en quejas y murmuraciones. La vara de los egipcios nunca habría sido tan adecuada para todos ellos como ahora, por llorar como niños lo que debieron haber defendido como hombres. Si por algo debieron haber llorado era por su pecado de desconfianza en las promesas de Dios. Lloraron por miedo a enemigos imaginarios.
Ahora Moisés es colocado frente al dilema de perder el trabajo que le costó traerlos hasta aquí: “Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!” (14:1-2). El pueblo se volvió a Egipto en sus corazones y ahora en sus cuerpos se prepararon para emprender el regreso. La incredulidad también los llevó a la locura: quisieron morir por un simple miedo a la muerte.
El incrédulo tiene su alma soldada a la idea de vivir una vida fácil y sin problemas. Es locura pensar que Moisés les prometió un país de buenas tierras, que harían prosperidad fácil y aun así que no tendrían dificultades. Su locura fue aún más lejos: prefirieron confiar en las bondades de los egipcios que en la promesas de un Dios fiel. En lenguaje presente: prefieren al mundo que a Cristo.
Hermano, tu seguridad es hacer lo que Dios te mande, porque El mismo ha prometido protegerte.
La humanidad gasta fortunas tratando de comprar seguridad del cuerpo y también del corazón, pero tristemente ignoran que la verdadera y eficaz seguridad se encuentra en el camino del deber Cristiano. Procura no salirte de ese camino, cultiva dominio propio, ser justo en el trato con tu prójimo y ser piadoso. Si te sales de este camino, por la misma puerta que salgas entra el error mental. No te apoyes en tu propia inteligencia, aprende del error de estos israelitas.
Cuarenta días de investigación incrédula les costó cuarenta años de humillación. Recuerda que el mismo Señor que te mete en el campo de batalla, es él mismo quien ha prometido bendecirte.
Sin olvidar que la vida es una vida de muchas privaciones, requiere esfuerzo, y trae no pocas aflicciones pero al final tendrás vida eterna, felicidad completa y para siempre. Dichoso el hombre que en Dios confía. Amén.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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