lunes, 5 de julio de 2010

Meditación del 5 de Julio

“Y Eliseo estaba sentado en su casa, y con él estaban sentados los ancianos; y el rey envió a él un hombre. Más antes que el mensajero viniese a él, dijo él a los ancianos: ¿No habéis visto cómo este hijo de homicida envía a cortarme la cabeza? Mirad, pues, y cuando viniere el mensajero, cerrad la puerta, e impedidle la entrada. ¿No se oye tras él el ruido de los pasos de su amo?” (2 Reyes 6:32).


Enmedio de enorme crisis general en todo Israel, en particular en la región de Samaria, y junto a eso la rabia del impío rey Joram, el profeta Eliseo se sienta quietamente en su casa con algunos amigos creyentes.

De pronto Dios revela al profeta el malvado plan del rey. Hijo de gato, caza ratones. El padre del rey fue un hombre malvado y el hijo aprendió también a ser un criminal: mandó a matar el inocente profeta.

Es cierto que los hijos heredan el pecado original de sus padres, pero aprenden ciertos malos hábitos de lo que ven y oyen hacer en sus propios hogares. La reacción del rey es claro ejemplo de eso. Pero ahora el mismo Dios que mostró el peligro a Eliseo, también revela qué hacer. El profeta previó el peligro y de inmediato tomó medidas apropiadas: “Cuando viniere el mensajero, cerrad la puerta, e impedidle la entrada”.

Ningún hombre es mandado por Dios a exponer su cuello a un trato injusto y cruel. Eliseo hubiese sido culpable de su propia sangre si no hubiese tomado la precaución de lugar. No debemos ir en contra de nuestro buen juicio. No debemos ver llegar el peligro y quedarnos quietos a esperar, hay que evitarlo a toda costa.


El mismo ojo profético que vio el criminal a sueldo venir, también vio la maldad del rey apresurándose contra Eliseo: “¿No se oye tras él el ruido de los pasos de su amo?”.

Al llegar aquí quisiéramos mostrar lo cambiante que es el corazón incrédulo en sus afectos, oiga esto: “Cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a Eliseo: ¿Los mataré, padre mío? El le respondió: No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y vuelvan a sus señores” (6:21-22). Al que antes llamó cariñosamente "padre mío", ahora quiere matarlo como si fuera su peor enemigo. El profeta sólo le ha hecho mucho bien a él y su casa. Las vueltas que da la vida.


Al parecer Eliseo había enviado un mensaje de persuasión al rey de Israel mientras esperaba paciente la liberación del Señor sobre Samaria. El oficial entonces reacciona descontento: “Aún estaba él hablando con ellos, y he aquí el mensajero que descendía a él; y dijo: Ciertamente este mal de Jehová viene. ¿Para qué he de esperar más a Jehová?” (6:33). Reaccionó desesperado. Lo que dijo era verdad: “Ciertamente este mal de Jehová viene”, pero su conclusión fue fatal: “. ¿Para qué he de esperar más a Jehová?”.

Todo el mal que sufrían venía de castigo divino, cierto, lo merecían. Pero este oficial olvidó que la misma mano que aflige es la misma que sana.

Hay hombres que interpretan correctamente los juicios de Dios, pero fallan al no ejercer fe o confiar en la misericordia del Señor. El que castiga es el único que puede remover o apartar el castigo. Lo propio del oficial hubiese sido decir: Estamos sufriendo por causa de la justicia divina, aun así esperaremos en la infinita misericordia del Señor.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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