"Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra el. Pero Esteban, lleno del espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios" (Hechos 7: 55-56)
Podemos ver de cerca la oposición que en mayor o menor grado siempre habrá contra del Evangelio. Se aprecia en el enorme poder de corrupción que exhibían los perseguidores de Esteban: "Se enfurecían en sus corazones": no resistieron ser reprendidos.
Al mismo tiempo que odiaban a Esteban, de la misma manera se torturaban a sí mismos, sus almas estaban inundadas de veneno. Esto siempre ocurrirá con el oponente del Evangelio, se afligirán a sí mismos porque la enemistad contra Dios enferma el espíritu del hombre, mientras que la fe y el amor lo sanan.
Es imposible oponerse a Dios y no dañarse a sí mismo.
Amor al pecado es la mayor enfermedad, inevitablemente terminará en muerte: "El alma que pecare, morirá".
Falta de amor al Creador hiere la conciencia. Todo lo que huela a conocimiento de Dios, sean palabras de reprensión del Evangelio o las obras de bien en los hijos del Señor, acentuará la incomodidad de la conciencia. Es un medio que emplea el Cielo para hacernos sensibles de su mal y luego curarlo, pero estos hombres malinterpretarán y aborrecerán los instrumento que Dios emplee con ese fin.
Alguien que viva en oscuridad sufrirá incomodidades en su vista cada vez que le hiera un rayo de luz. En sentido espiritual ocurrirá en el entendimiento.
Compárese (v.51 y 54): "Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo...Oyendo estas cosas se enfurecían en sus corazones".
Es notoria la enconada malicia de estos judíos, no contra la persona de Esteban, sino contra la verdad del Evangelio ahora en boca suya. Enemistad contra los santos convierte a los enemigos del Evangelio en seres irracionales. Los hermanos fieles conocen algo de esta oposición irracional en sus amigos y familiares incrédulos por causa de su devoción a Cristo.
Estos judíos se oponían a Dios, aunque parezca que están en contra de Esteban, porque no solo oyeron la Palabra de Dios, sino que también vieron manifestación de Su poder: "Los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en el, vieron su rostro como el rostro de un ángel" (Hechos 6:51). Les produjo gran incomodidad de espíritu, y no es de extrañarse, como alguien dijo: 'Todos los que tienen la malicia del infierno, tienen con ellos algo del dolor del infierno'. Estos judíos estaban torturándose a ellos mismos por causa de su enemistad contra Dios.
Otro asunto que llama poderosamente la atención es que Esteban era uno solo, pero ellos eran muchos. Las causas justas a veces se defienden solas, pero cuando las causas son injustas, sus defensores procurarán el apoyo de lo hombres para poder cometer sus maldades con menor intranquilidad de conciencia, veamos: "Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él"(v.57-58).
Esto es, cuando les falte razón, mantendrán su posición mediante ruido y tumulto. Cuando no tienen la verdad de su parte buscarán ruidosamente el consenso.
Bien dice el refrán: "Consuelo de muchos, consuelo de tontos".
El consuelo para aquellos injustamente maltratados es que tienen un Dios donde acudir. Esteban fue aborrecido y perseguido por los hombres, y mientras ellos cerraban sus oídos, en cambio Dios los abría para atenderle, sostenerle y consolarle. Esteban fue echado de la ciudad, pero no de su Dios.
Por eso, cuando seas tentado a caer bajo el temor de los hombres, recuerda que la manera de librarte es mirando al cielo:
"Alzaré mis ojos a los montes; ¿de donde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra" (Salmo 121:1).
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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