jueves, 29 de julio de 2010

Meditación del 29 de Julio

"Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal" (Mateo 6:13).


Nuestro amado Redentor no ora aquí por absoluta inmunidad y liberación, sino por preservación del mal.

Cuando pedimos que "no nos meta en tentación", no significa pedir por una absoluta exención de la tentación, sino que no caigamos bajo el peso o gobierno de la tentación. No caer en las manos de Satanás o ser maltratado por él, como se explica en el verso: "Líbranos del mal".


¿Cuáles son los peligros de un estado terrenal? Dos cosas: La abundancia de lazos contra el alma, y nuestra propia debilidad.

(1) La abundancia de lazos. El mundo está lleno de trampas y aunque podemos caminar libremente somos fácilmente manchados. Todas las condiciones de la vida son lazo, la adversidad y la prosperidad tienen sus peligros: "Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí, y no me des pobreza ni riqueza. Solo dame mi pan cotidiano; no sea que me sacie y te niegue, o diga: ¿Quién es Jehová? No sea que me empobrezca y robe, y profane el nombre de mi Dios" (Proverbios 30:8-9).

Un vestido muy corto que no cubre nuestra desnudez y el otro muy largo que impide servir a Dios. Como ciertas enfermedades que nacen en la abundancia y otras por causa de la necesidad.

Prosperidad es lo que más buscan los hombres, pero también lo más peligroso: las hierba mala crece más fácilmente en la tierra bien abonada que en suelo seco.

Riquezas, deleites y placeres nunca serán motivo para llevarnos Cristo, en cambio la miseria sí. David no fue asaltado por la codicia mientras huía en el desierto sino mientras paseaba en la terraza de su palacio.


Los hombres con muchas posesiones de las cosas del mundo desarrollan un espíritu mundano más acentuado. Muchos hombres con negocios de doble contabilidad rehúsan el evangelio al decir que para servir a Dios tendrían que cerrar sus negocios, son guiados por un espíritu profano. Es verdad que cuando el empleo o vocación es puramente mundano, el corazón se aparta de Dios y encuentra menos sabor en las cosas santas.

Las tentaciones están donde uno menos imagina, en el empleo, la adoración, el comer, el dormir, el beber, la diversión. Son como el viento que viene del norte, del este, del sur y del oeste. Como está escrito: "Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehová, y entre ellos vino también Satanás" (Job 1:6).

Es como una fiesta donde acuden más personas que las invitadas.


Hay peligro en la soledad como en la compañía, y sucede como dice Salomón: "Porque tú no sabes cuál será mejor, si esto o lo otro, o si ambas cosas son igualmente buenas" (
Eclesiastés 11:6).

Hay peligro también en nuestro temperamento y el Maligno tiene carnada para cada uno: la fama que busca el ambicioso, lo material para el codicioso y los placeres para el sensual, y Dios en Su justicia lo permite: "Por tanto, así ha dicho Jehová, he aquí que yo pongo tropiezos a este pueblo, y caerán en ellos los padres junto con los hijos; el vecino y su prójimo perecerán" (Jeremías 6:21).


(2) Nuestra debilidad. No solo hay trampas y tentaciones en el mundo, sino que también hay la inclinación al peligro en la parte tentada: "Cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido" (
Santiago 1:14).

Satanás no necesita soplar la llama, la gasolina siempre está presta a incendiarse: "El espíritu, a la verdad, está dispuesto; pero la carne es débil" (Mateo 26:41).

Satanás nunca podría entrar a tentarnos si dentro de nosotros mismos no abrimos la puerta. Como Sansón no habría sido vencido por los filisteos si Dalila no lo traiciona.


Cuídate, porque el mundo es un lugar muy peligroso aún para un verdadero discípulo de Cristo.

Dios ha dado dos remedios inseparables para guardarnos contra este peligro: "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (Mateo 26:41). Velar para no ser descuidados y orar para no ser auto-confiados.

El creyente vela para descubrir la aproximación del enemigo y ora para clamar por la ayuda de Dios contra la tentación.

Los dos remedios se ayudan mutuamente.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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