jueves, 1 de julio de 2010

Los Puritanos y la Consejería.8

5. Los puritanos entendían al hombre como un ser fundamentalmente adorador, y vieron a su imaginación idólatra -creadora de ídolos- como la raíz de los problemas.

Ya hemos dicho que el punto de vista puritano sobre la consejería pastoral es que debía ayudar al creyente (y al no creyente) a detectar su pecado remanente, para revelar motivaciones y deseos subyacentes localizados justo debajo de la superficie de la conducta.
Vimos que buscaron ayudar a discernir los patrones o "formas" de la carne en los afectados.
Sin embargo, para entender mejor su enfoque de consejería hemos de considerar lo que juzgaban la esencia del carácter pecador: idolatría, así como la naturaleza fundamental del hombre como una criatura adoradora.

El corazón como fábrica de ídolos
Stephen Charnock lo ilustra por completo en su "Discurso sobre la Existencia y Atributos de Dios" [Discourses upon the Existence and Attributes of God]. Primero, "todo pecado se fundamenta en ateísmo secreto... cada pecado es un tipo de maldición a Dios en el corazón; su objetivo es la destrucción virtual del ser de Dios... en cada pecado, lo que un hombre intenta es colocar su propia voluntad como la regla, y su propia gloria como el fin de sus acciones...".
Cada pecado constituye el esfuerzo de girar la adoración de Dios hacia la adoración de sí mismo. Este es el punto de vista puritano. En la base de la naturaleza humana no se halla alguna "necesidad" de relaciones o felicidad sino la necesidad de adoración. El hombre debe adorar. En su raíz, pecar es auto-adorarse.

Charnock habla de los efectos de la auto-confianza o auto-adoración. "El desordenado amor por uno mismo es el primer paso a toda iniquidad. Así como la gracia es despegarse de uno hacia Dios, así el pecado es disminuir de Dios hacia el aumento del egoísmo carnal... por lo tanto, es posible deducir que todo pecado es rama o modificaciones de esta pasión fundamental."
El autor demuestra que la ira incontrolable es tan solo orgullosa defensa propia, que la envidia es simple deseo egoísta de obtener deleite a expensas de otro, que la impaciencia es demanda orgullosa de soberanía sobre el horario propio, que el alcoholismo es mera auto indulgencia, que el deseo de auto-estima es el simple deseo orgulloso de elevar el yo por encima de otros.
"Pecado y Yo son sinónimos. Lo que se denomina vivir para el pecado en un sitio (Romanos 6) se llama vivir para la carne en otro (1 Corintios 5:15)."

Analicemos que Charnock llama pecado al amor propio desordenado. Discute tres tipos de amor propio: (1) está el amor propio "natural" que los seres humanos compartimos con todos los seres vivos. Es una preocupación consciente de lo no propio en temas de salud e integridad, de afecto por nuestra existencia. Pablo se refiere a ello cuando escribe "nadie aborrece su propio cuerpo, sino que lo cuida y alimenta" (Efesios 5:29). Este tipo de amor no tiene nada que ver con la "auto-imagen."
(2) El amor propio "carnal." El puritano escribe que "cuando un hombre se ama más a sí mismo que a Dios... cuando los pensamientos, afectos, designios están centrados sólo en el interés propio." Se trata de amor propio natural llevado a exceso criminal bajo la influencia del pecado. Se tienen expectativas de bendición de uno mismo que siempre estarán frustradas.
(3) El amor propio "de la gracia", solamente generado por el Espíritu Santo. "Cuando nos amamos con fines más altos que la naturaleza de la criatura... por ejemplo, en sujeción a la gloria de Dios." Charnock dice que el creyente fue creado para buenas obras (Efesios 2:10), y que cuando empieza a ver esto como el "fin" o propósito, entonces halla satisfacción consigo mismo. Esta visión no es de ningún modo la versión puritana de la "auto-estima." Es más bien un estado de paz y satisfacción que deriva del entendimiento adecuado de uno mismo, que encaja con nuestra verdadera naturaleza de siervos.

Después Charnock discute el resultado de la idolatría propia: "el hombre hará fin y felicidad de cualquier cosa excepto de Dios." Puesto que nos adoramos a nosotros mismos, hacemos dioses de otros objetos -aparte de Dios-, creando nuestras propias 'religiones' como un medio para continuar a cargo de nuestras vidas."
Este hombre actuará como si Dios no pueda hacerlo feliz a menos que agregue otra cosa. El glotón hace un ídolo de sus glotonerías. El ambicioso hace un ídolo de su honor. El incontinente hace un ídolo de su lujuria. El codicioso hace ídolos de su riqueza. Cada uno estima estas cosas como su bien más preciado, su fin más noble, hacia el cual dirige todos sus pensamientos. Por tanto vilipendia y disminuye al verdadero Dios, quien pudiera hacerlo feliz, en una multitud de dioses falsos que sólo pueden hacerlo más miserable.

He aquí la razón básica del por qué nuestro pecado remanente adopta formas diferentes: cada uno fabrica ídolos o dioses falsos ante los cuales nos inclinamos. Creemos que nos traerán bendición, un imposible. Charnock continúa y lista algunos de los ídolos comunes: riqueza terrenal (materialismo), reputación terrenal (idolatría del poder), placeres sensuales (idolatría de la gratificación física), el respeto de los hombres (idolatría del amor de la aprobación).

Son obvias las implicaciones para consejería. Charnock mismo utiliza el modelo en su trabajo pesonal, advierte a sus feligreses sobre la necesidad de arrancar la raíz:
"Todos somos adoradores de algún tipo de becerro de oro, establecido por educación, costumbre, inclinación natural y otros... cuando se derriba al general, el ejército huye. El ídolo principal es el manantial, otros pecados son simples afluentes... El Espíritu convence de pecados espirituales, he ahí su gran obra... presiona sobre lo espiritual, los primeros motivos, el concepto de nuestro propio valor, de orgullo contra Dios, incredulidad, y cosas semejantes."

Es decir que, por un lado, el ídolo (o ídolos) central de nuestra vida deriva directamente de nuestro problema fundamental, la adoración de uno mismo. Pero por otra parte observa que las formas particulares de estos ídolos derivan de un complejo de factores: educación, costumbres, inclinación natural.
En otras palabras, nuestra inclinación genética, nuestra experiencia, nuestra vida de hogar, etc., tienen que ver en la formación de nuestros problemas.
Ahora bien, la cadena continúa siendo el pecado. Somos responsables de lidiar tales cosas como pecados. De nuevo, observemos el balance y visión puritanas en esto.

Así pues, ¿cuáles motivaciones o deseos subyacen detrás de nuestras conductas? ¿Por qué elegimos las metas que escogimos? ¿Por qué luchamos con los problemas que tenemos?
¿Qué hay "debajo de la línea del agua"?
La respuesta puritana: el hombre es homo religioso, cada persona fabrica su propia religión de ídolos. Hay que identificarlos y arrancarlos de raíz mediante el proceso de mortificación.

Charnock, Baxter, Owen... si bien sus listas difieren en longitud, encontramos los mismos principios, el mismo análisis básico sustentado por la mayoría de los divinos.

Tim Keller. CCEF http://www.ccef.org/puritan-resources-biblical-counseling

Tim Keller is pastor of Redeemer Presbyterian Church in New York City.

This article appeared in The Journal of Pastoral Practice Volume 9, Number 3, 1988.

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