6. Los Puritanos vieron que el remedio espiritual esencial es creer el evangelio, tanto para arrepentimiento como para cultivo adecuado del entendimiento de uno mismo.
Hemos visto que las personas en problemas requieren doble terapia: mortificación y mente espiritual. Ambas son dos maneras de aplicar el evangelio al corazón de la persona.
En la mortificación, la convicción de pecado y el consuelo provienen de miradas de fe hacia Cristo en la cruz. Es imposible mortificar la carne a menos que la conciencia esté sustentada en la convicción de que la salvación proviene de gracia, no de esfuerzos propios o incluso del arrepentimiento propio. Owen escribe: “el diario ejercicio de fe en Cristo como crucificado, este es el medio fundamental para la mortificación del pecado en general.”
Ahora bien, “mente espiritual” no es otra cosa que el continuo ensayo y deleite de nuestros privilegios en Cristo: acceso al Padre, ser hijos, herencia que no puede perderse, nuestra completa aceptación así como justicia forense delante del Padre. El creyente recibe poder y firmeza y gozo crecientes a medida que conocen la realidad de su posición en Cristo. El espíritu de poder proviene de llena la mente con, reflexionar sobre, actuar de acuerdo con, nuestra posición: hijos, templos del Espíritu Santo, un rey entronizado y que gobierna.
Baxter, por ejemplo, advierte que la depresión se compra “por ignorancia del evangelio, de los pactos de gracia... de que ningún pecado -no importa cuántos o cómo sean- está exento de perdón...” Discute el caso de una persona quien cree que “si su tristeza no es tan apasionada como para provocar lágrimas y aflicción entonces no alcanza perdón.” Su problema es que no consienten “ser salvos más que en sus propios términos”, en otras palabras, es autojusticia lo que mantiene alteradas a tales personas.
Otro claro ejemplo del uso del evangelio por los Puritanos lo provee William Bridge en su obra sobre la depresión:
“A mayor humillación por el libre amor y gracia divinos, mayor humildad y menos desaliento... si quieres ser verdaderamente humilde y no desalentado [deprimido]... traza el origen de todos tus pecados en raíces de incredulidad y carga todo el peso de tus tristezas en ese pecado... si un hombre puede ver la fuente original de su pecado, lo principal, será más humilde, ¿y cuál es la fuente de pecado, de todos tus pecados? Incredulidad... si puedes presentar Dios a tu alma teniendo conciencia de Su benignidad, de su bondad intrínseca, entonces no serás nunca desalentado, sino verdaderamente humillado.”
Bridge conecta todo pecado a la incredulidad fundamental, el rechazo al evangelio. El evangelio no ablanda, nos humilla frente al pecado. Y sin embargo nos libra de desaliento porque nos hace ver nuestros pecados como cubiertos.
Otro puritano, William Gurnall, proporciona una detallada explicación de cómo el creyente debe “hablar consigo mismo.”
He aquí la diferencia entre un cristiano y un pagano honesto. Este último se valora a sí mismo por su paciencia, temperancia, liberalidad y virtudes morales, que le colocan como superior a otros. Espera que sus prendas le recomienden ante Dios y le procuren felicidad al morir, y se gloría en ello... Pero el cristiano se jacta en el descubrimiento de Cristo, en que por fe son suyas la riqueza y santidad, y se valora a sí mismo por ello como inmerecedor, a causa de lo que es inherente en sí mismo...”
Justicia por obras es la raíz de toda nuestra idolatría. Para luchar contra esto es fundamental que penetre el evangelio y la justicia por fe hasta lo más profundo de nuestro corazón e imaginación. La conciencia humana enferma en lo más íntimo cuando cree que debemos contar con nuestra propia santidad y buenas obras para poder ser aceptos. Justicia por obras deriva de raíces ocultas de auto-adoración, del deseo de ser nuestro propio dios.
Por ejemplo, el poder del ídolo habla así al corazón: “tu vida solamente tendrá sentido, tendrás más valor como persona, si eres popular y amado entre la tropa.” Debajo de ambos ídolos yace el rebelde deseo básico de “ganarse” gloria, significación, auto apreciación de los propios esfuerzos. El impulso para alcanzar estas metas falsas está terriblemente equivocado porque es adoración. Sentimos que hemos de tener ídolos o moriremos.
Sólo el evangelio nos liberta de salvación basada en esfuerzos propios.
Lovelace escribe de modo sucinto que “ la fe... que se entibia en el fuego del amor de Dios es la raíz de la santidad, contrario a aquella que tiene que robar amor y auto-aceptación de otras fuentes.”
UN MODELO
Intentemos reunir ahora todos los elementos de la Teología Puritana en un modelo de consejería (ver imagen previa).
A. El hombre es un ser adorador de algo (Charnock).
B. El pecado produce que cada persona se adore a sí misma, sea su propio dios, auto-existente e independiente. El creyente sufre pecado remanente que ha sido destronado pero que todavía busca capturar el corazón para auto-adorarse. El creyente tiene “un nuevo hombre dentro de sí”, creado por el Espíritu (Charnock).
C. Si bien todos procuramos auto-existir, escogemos diferentes rutas para lograrlo. Creemos que podemos alcanzar auto-suficiencia mediante un ídolo. Cada hombre elabora para sí algún tipo de religión idólatra que en esencia implica auto-adoración y se expresa en auto-justicia (Charnock). Podemos citar tres formas idolátricas de la carne (Baxter):
C.1 Idolatría del Poder. “La vida solo tiene sentido -yo sólo tengo valor si- obtengo poder e influencia sobre otros.”
C.2 Idolatría de la Aprobación. “La vida solo tiene sentido -yo sólo tengo valor si- soy amado, soy popular, soy.... etcétera.”
C.3 Idolatría de la Comodidad. “La vida solo tiene sentido -yo sólo tengo valor si- obtengo tal clase de placer, tal calidad de vida.”
D. Los ídolos buscan el control al capturar la imaginación (Owen). Nuestra característica carnal aparece en la conciencia en forma de imágenes mentales positivas de ciertas condiciones que creemos nos harán felices y plenos. Nuestros deseos o impulsos hacia estas metas son poderosos porque las metas se han convertido en objetos de adoración.
E. La imaginación ahora controlada por la carne distorsiona y miente acerca de la persona misma, del mundo, de las relaciones humanas, de Dios, de la naturaleza de las cosas (Brooks).
F. Mentiras y distorsiones conducen directamente a pecado grosero, depresión, dureza de corazón, amargura, toda clase de conductas pecaminosas, que a su vez conducen a miseria mayor (Brooks).
G. A nivel profundo, es fundamental erradicar ídolos mediante el proceso de mortificación (Owen).
H. A nivel mental, es fundamental reemplazar mentiras con meditación sobre la verdad (Owen, Brooks). Este procedimiento consuela y confronta.
I. A nivel de la conducta, cero tolerancia a desobediencias. Santidad de vida requiere práctica continua, disciplina y rendición de cuentas.
Los últimos tres acápites son inseparables. La base de cada uno es fe en la verdad del evangelio. Y fe no es simple cambio de pensamientos sino la combinación de actuar basado en la verdad, sobre la imaginación. Cuando “el fuego prende” entonces la mente se ilumina, hay convicción y gozo en las emociones y luego ocurre de modo natural el cambio de conducta. Mirar en fe hacia Cristo es el único camino para destruir anhelos idólatras porque entonces comenzamos a ver que nuestros anhelos eran caminos ilegales para llegar a ser nosotros mismos lo que Cristo es para nuestra alma.
ALGUNAS IMPLICACIONES PARA HOY
Es muy probable que los Puritanos no se sentirían cómodos en la mayoría de las “escuelas” existentes en el campo de consejería evangélica de hoy. Hallarían a algunos consejeros muy preocupados en “levantar la auto-estima” cuando el problema principal del hombre es su auto-adoración. Y, por otra parte, estarían en desacuerdo con aquellos que ignoran por completo e incluso rechazan la importancia de re-programar el entendimiento propio mediante la penetración del evangelio de verdad.
Encontrarían a muchos consejeros bíblicos como demasiado superficiales en sus tratamientos, al pretender simples arrepentimientos de superficie y cambios de conducta.
Y también se encontrarían muy a disgusto con los enfoques de “sanidad interna” que virtualmente ignoran conductas y necesidad de mortificación.
De hecho, los Puritanos serían muy infelices comentando sobre las “necesidades no alcanzadas” de la gente porque, en el fondo, creían que ningún hombre tiene necesidades abstractas, sólo su deseo o necesidad de adoración.
Como hemos señalado, los Puritanos serían incapaces de alinearse con cualquiera que enfatizara pensamientos o las emociones o la voluntad (conducta) por encima de los otros aspectos del alma, o con cualquiera que enfatizara una facultad como más básica que las otras.
Los Puritanos trabajaban integrando todo el corazón -de manera “wholística” en lugar de holística- mediante enseñanza, exhortación, y consuelo.
Antes de finalizar, he de señalar que los Puritanos podrían aprender algo de nosotros. Muchos de ellos temían llamar a personas no cristianas al arrepentimiento inmediato. Eran culpables de lo que se ha llamado Preparacionismo.
Y muchos Puritanos definían el verdadero espiritualismo en términos tan estrictos que muchos cristianos débiles perdían seguridad sin necesidad. Como ha dicho un maestro, la red puritana “atrapaba ballenas pero dejaba escapar pecesillos.”
Pero estas patologías no debieran generalizarse a todos ellos y tampoco obscurecer sus enormes contribuciones.
Por encima de todo, el espíritu de los Puritanos sería muy distinto al de los consejeros de hoy. Hoy, muchos carecen la firmeza, lo directo, la urgencia de los Puritanos. Muchos de nosotros hablamos muy poco del pecado, contrario a lo que hicieron nuestros padres.
Y sin embargo los Puritanos fueron sorprendentemente tiernos, consoladores, llamando siempre al consejero a aceptar la gracia de Dios y a ser cuidadosos en extremo para no llamar “pecado” a un problema a menos que se hubiera analizado. Uno de sus textos favoritos fue “la caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará” (Mateo 12:20).
¿Cuándo veremos hombres así otra vez?
Tim Keller. CCEF http://www.ccef.org/puritan-resources-biblical-counseling
Tim Keller is pastor of Redeemer Presbyterian Church in New York City.
This article appeared in The Journal of Pastoral Practice Volume 9, Number 3, 1988.
© 1988, 2010 - The Christian Counseling and Educational Foundation
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