martes, 13 de julio de 2010

Meditación del 13 de Julio

"Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha" (Juan 18:10).

Pedro intenta defender al Maestro y en celo por Jesús reaccionó con violencia.

No sorprende la reacción de Pedro porque tanto él como los otros discípulos habían prometido al Señor su disposición de dar su vida por El, y sabemos que dentro del grupo, Pedro siempre fue el delantero, y así también había sido el primero en defenderlo.


Ellos se habían preparado teniendo consigo dos espadas, quizás pensando en las palabras previas de Cristo: "El que no tiene espada, venda su manto y compre una" (Lucas 22:36). Pedro tuvo espada, y lo que hizo fue bueno en parte, evidencia de su amor, confianza y celo por Cristo, puesto que ellos siendo doce tenían dos espadas contra una multitud, estaban seguros que Jesús era capaz de vencer al enemigo aun con esta desventaja.

Sin embargo actuó violentamente. Pedro tenía espíritu impulsivo, y Jesús le amonestó porque quiso librarlo de la muerte. Antes Cristo había hecho rodar por tierra a Judas y sus acompañantes con tan sólo hablarles, no necesitaba espada para vencerlos. Pero en ese momento Pedro perdió la razón. Fue un gran apóstol, pero no quita que seguía siendo un hombre.

Nadie piense que el acto de Pedro justifica el carácter precipitado de cualquier C
ristiano. De ninguna manera. Jesús lo reprendió, es decir que si tú caminas con tal temperamento, Cristo se levantará contra ti.

Observa: "Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado ¿No la he de beber?" (v.11). No será extraño que buenos hombres lleven una buena causa de manera imprudente.

Sin embargo no queramos nunca tener una grandeza de espíritu semejante, no quiera nadie ser como Pedro, sino como Jesús.

De todos modos el Señor le frenó, como si le hubiese dicho: Yo no quiero que tú seas un peleador, sino un predicador. Y lo mismo hará nuestro Salvador con los suyos que sean como Pedro, porque así está prometido: “Que quien comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

Amén.

P.Oscar Arocha: www.ibgracia.org

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