sábado, 17 de julio de 2010

Meditación del 17 de Julio

"El que da testimonio de estas cosas dice: ¡Sí, vengo pronto! ¡Amén!
¡Ven, Señor Jesús!" (
Apocalipsis 22:20).

La Iglesia transforma en una ferviente oración la promesa de Cristo.

El asunto no es que Cristo retarde Su regreso sino que la Iglesia es fervorosa en pedir lo mismo que El ha prometido, puesto que los deseos de los Creyentes son las promesas de Dios, y la voz de Cristo y la Iglesia son una sola: El dice: "¡Sí, vengo pronto! ¡Amén!", y la Iglesia que desea la comunión y compañía del Esposo exclama: "¡Ven, Señor Jesús!".

Quien crea cualquier cosa de Cristo, por necesidad desea verle, incluso quienes vivieron antes de Su venida en la carne: "Abraham, vuestro padre, se regocijó de ver mi día. El lo vio y se gozó" (
Juan 8:56).

El mismo afecto es poseído por los que viven después de Su primera venida. Todo lo que sabemos de El es por carta o porque otro nos ha contado. Lo que hemos oído es tan bueno que creemos y hemos llegado a amarle entrañablemente: "A el le amáis, sin haberle visto. En el creéis; y aunque no lo veáis ahora, creyendo en el os alegráis con gozo inefable y glorioso... Puesto que habéis probado que el Señor es bondadoso" (1Pedro 1:8, 2:3). Hemos experimentado Sus consuelos y amor, solo falta verle cara a cara, por eso anhelamos Su venida y constantemente oramos: "Venga pronto tu reino". Que aparezca en gloria, majestad y realeza.

Hay algo que inevitablemente mueve a este ferviente deseo. Tienen el Espíritu de Cristo, las gracias de Cristo y recompensas en El.

La gran obra del Espíritu es llevarnos junto a Cristo, y en esto expresa Su deseo a través de la Iglesia: "El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! El que oye diga: ¡Ven! El que tiene sed, venga. El que quiere, tome del agua de vida gratuitamente" (
Apocalipsis 22:17).

Su ocupación es casar nuestras almas con Cristo, entonces siendo dada la promesa de matrimonio, estando ella [su Iglesia] desposada, es propio clamar por su marido, solo tiene el contrato de matrimonio en la mano pero la unión plena no se ha efectuado: "La esposa dice: ¡Ven!".

Los incrédulos son de otra mente, aman al mundo y la cosas que están en el mundo, y similar a los espíritus inmundos, se disgustan contra Cristo y gritan contra Jesús con este lenguaje: "¿Que tienes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?" (Mateo 8:29).

El Espíritu Santo que mora en la esposa es de otra naturaleza, nos ha dado otra inclinación, mientras más pronto venga Cristo, mejor.

El creyente
tiene fe, esperanza y amor en El. La fe cree que el Señor Jesús es tan bueno como Sus palabras: "Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Vendré otra vez y os tomaré conmigo" (Juan 14:2). El amor es un afecto de unión, por ello desea estar siempre con la parte amada: "Tengo el deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (Filipenses 1:23).
Ahora mismo, cuando oímos Su voz, se hace dulce al paladar del alma, y pensando en esto se concluye que si ahora la reconciliación ha sido placentera, cuánto
más su disfrute.

Ahora El tiene comunión con nosotros en nuestra choza de barro, deseamos y anhelamos estar con Jesús en Su palacio de gloria, y para invitarnos a poseerlo dice: "Entonces el Rey dirá a los de su derecha: ¡Venid, benditos de mi Padre! Heredad el reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mateo 25:34).

Cuando El venga será también día de recompensa para todo verdadero creyente: "He aquí vengo pronto, y mi recompensa conmigo" (
Apocalipsis 22:12). No viene con las manos vacías sino llenas de premios para todos y cada uno de los creyentes, aun para los de menor fe habrá recompensa.

En aquel día El llenará de gloria y honor a los cristianos, delante de todos aquellos que se oponían y despreciaban. Lo consuelos que ahora tenemos son secretos, conocidos sólo por uno mismo, pero en Su regreso serán gloria pública: "Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, el Juez justo, en aquel día. Y no solo a mí, sino también a todos los que han amado su venida" (2Timoteo 4:8).

¿Cómo esperarlo?

La sobriedad es gracia de suma importancia en eso de estar preparados para el regreso de Cristo. Lo contrario de sobrio es ebrio, sin el uso debido de la razón, sinónimo de sobriedad es moderación en todo. Pedro dice: "Por eso, con la mente preparada para actuar y siendo sobrios, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que os es traída en la revelación de Jesucristo" (1Pedro 1:13).

¿En qué ser sobrios, si nunca hemos estado ebrios? El apóstol agrega: "Como hijos obedientes, no os conforméis a las pasiones que antes teníais, estando en vuestra ignorancia" (v.14).

Los asaltos del diablo al creyente ocurren cuando hemos dejado abierta la puerta de la sobriedad. El enemigo de nuestras almas saca ventaja por medio de las pasiones inmoderadas, nos embriagamos con las cosas del mundo. Como dice Calvino: "Que ser sobrio y velar no es otra cosa que estar atentos contra el diablo y resistiendo".

Sé sobrio y vela, está atento y despierto: el regreso de Cristo no será como un lazo para ti, ni tu mente será sacudida sobre la certeza de Su regreso en gloria.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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