El engaño del pecado
Nadie presenta mejor este punto que John Owen. Hemos visto cómo reconocía que el pecado remanente y sus ídolos influye en nosotros antes de cometer cualquier acto pecaminoso.
Owen delinea también lo que llama el “engaño” del pecado -cómo labora para decepcionar o crear distorsiones y mentiras que se convierten en la base de la conducta pecaminosa.
Constituye la más clara descripción de cómo el pecado utiliza la “imaginación” para otorgar poder a los ídolos en nuestra vida.
Antes que nada, dice Owen, el pecado remanente nos hace perder apreciación de la vileza del pecado y de la maravillosa gracia. En otras palabras, estas verdades pierden control sobre nuestra imaginación. Se convierten en abstracciones, cesan de ser reales y vívidas. Pierden lo que los puritanos llaman “sazón” y se convierten en meras nociones intelectuales. Cuando esto sucede, se dificulta meditar y orar y cesamos en esfuerzos serios para buscar el rostro de Dios.
Después, si los pensamientos pierden foco los sentimientos hacia Dios se enfrían. Ya no nos encontramos llenos de amor, gozo, celo, o de humildad. Esto da pie a que la imaginación comience a apreciar el pecado. Desde el instante en que alguien concibe pecado sin experimentar disgusto por ello, tal persona “ha entrado en tentación.” Y cuando el pecado se hace manifiestamente deseable es porque ha capturado la imaginación.
Owen es de extrema ayuda cuando explica la operación de la imaginación mediante el término bíblico “deseo de los ojos.”
Ahora bien, no se refiere al sentido corporal de la vista, sino a fijar la imaginación a partir de este sentido en aquello que ha capturado. Le llama “ojos” porque así es como representamos las cosas en la mente y el alma, así como los objetos externos son visualizados en lo interno mediante la vista. Muchas veces, la visión externa provee la ocasión a las imaginaciones.
Observe la declaración de Acán (Josué 7:21) de cómo prevaleció el pecado: primero vió el bordón de oro de la tela babilónica y después lo codició. Enrolló juntos placeres y ganancias en su imaginación y después los fijó en su corazón al obtenerlo. En verdad que el corazón pudiera detestar el pecado, aborrecerlo, y sin embargo, si la imaginación mental de un hombre es solicitada con frecuencia por el pecado, y la ejercita, tal hombre sabrá que sus emociones están siendo secretamente alimentadas y enredadas.
¡Así es como trabaja la imaginación! Enrolla placeres y ganancias, como cuando uno enrolla un alimento en la boca para saborearlo.
En tercer lugar, una vez que la imaginación ha sido capturada entonces quedará afectado el corazón. Owen, similar a todos los puritanos, enseña que el corazón es el asiento de todo el ser: mente, voluntad y emociones.
¿Cómo se afecta a todo el corazón?
La voluntad consiente a todo aquello que posea una “apariencia de bien, de bien presente.” En esta etapa podrían surgir “argumentos mentales.” El creyente comienza a racionalizar, a buscar razones para comportarse. El pecado “habla... razones... anhelos y anzuelos...” Las emociones se derriten e inflaman ante las representaciones vívidas de los placeres del pecado. Pero incluso en este momento es posible interrumpir la “cadena de engaño” si se reconocen los pensamientos como mentiras que son, productos de una imaginación pecaminosa (Thomas Brooks elabora una lista de 60 o más de las mentiras más comunes que ocurren en esta etapa de la operación del pecado remanente).
Más tarde, luego que el pecado ha desarrollado hábito, el ciclo continúa tan rápidamente que ya no existe más conciencia de “estadios o etapas”, de “anhelos”. La conducta erupta abiertamente y con muy poca resistencia.
Tim Keller. CCEF http://www.ccef.org/puritan-resources-biblical-counseling
Tim Keller is pastor of Redeemer Presbyterian Church in New York City.
This article appeared in The Journal of Pastoral Practice Volume 9, Number 3, 1988.
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