Vemos que Cristo no se acobardó. Su corazón siempre estuvo sintonizado en hacer el bien, aun cuando los malos se molestaran. Caminó por encima del prejuicio de los que se le oponían e hizo que el milagro fuese más manifiesto a los ojos de ellos, nótese: "Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio" (v.3). Esto es, colócate en lugar visible a toda la concurrencia.
Jesús se esfuerza en darnos convicción de pecado, que seamos conscientes de nuestra falta de misericordia, impiedad e irracionalidad. Nos hace ver la enfermedad de nuestras almas para que le pidamos curación, porque se deleita en sanar.
Nadie piense que hubo allí gozo en avergonzar a los otros, más bien se trata de un proceso de terapia espiritual, que se dejaran conducir por El para salvarlos. En el pasaje paralelo la crueldad de ellos se hace más evidente: "Le preguntaron diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado? Pero él les dijo: ¿Qué hombre hay entre vosotros que tenga una oveja, que si ésta cae en un pozo en sábado, no le echará mano y la sacará?" (Mateo 12:11). Eran más compasivos con un animal que con una persona. Agrega nuestro pasaje: "Pero ellos callaban" (v.4).
No pudieron responder palabra, les cerró la boca.
¿La reacción del Señor Jesús frente a su silencio? "Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones" (v.5).
Parece que eran muchos, pues dio una mirada de inspección en torno a los presentes.
Se aprecia aquí la excelencia del temperamento de Jesús, el manejo correcto de Sus sentimientos. En Cristo la ira tiene más de compasión que de pasión.
La irracionalidad y crueldad de los fariseos le enojó, pero la dureza de sus corazones lo entristeció. Y notemos que la causa de esta mezcla de sentimientos fue su incredulidad: "Por la dureza de sus corazones".
Cuán maravilloso es ver que Cristo distinguía muy bien entre el hombre y su pecado, así como manifestar disgusto y compasión al mismo tiempo. Enojado por su falta de compasión, pero su compasión se levantó al ver la dureza.
Como dice el profeta: "Jehová humilla y enaltece" (1Samuel 2:7). La insensibilidad de los fariseos ante la fuerte evidencia de los milagros de Jesús quizás produjo Su enojo; sin embargo persistían en su incredulidad y ello le entristeció. Estaban ciegos, y no querían ver.
Compasión y poder son atributos divinos, Jesús manifiesta ambas cosas, les da convicción de su crueldad, falta de humanidad e irracionalidad, o que El estaba correcto y haciendo lo correcto, en cambio ellos manifestaban abierta impiedad pero se resistían a la verdad y se obstinaban en incredulidad.
Mattew Henry dice: "Su ira fue como ira de Dios, sin la menor perturbación en Sí mismo, pero no sin una gran provocación de nosotros. Esa es la manera de airarnos sin pecar".
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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