sábado, 10 de julio de 2010

Meditación del 10 de Julio

"Despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo " (Génesis 28:16).


Se aprecia que la manifestación de Dios a Su pueblo trae consigo su propia evidencia. En muchos casos los creyentes no podrán dar una evidencia convincente a otros, pero ellos mismos estarán muy convencidos de tal manifestación, que Dios está con ellos, que Su amor es firme, innegable, de tal modo que sus almas quedan impresas aunque no puedan probarlo a los demás.

Aplicado a nuestros tiempos sería una fuerte seguridad de salvación.


¿Qué signo habrá a continuación de esta manifestación del amor del Señor?

La misma reacción de Jacob: "Y tuvo miedo" (v.17).

El amor de Dios aumentará nuestro santo temor en lugar de provocar exaltación personal, jactancia o vanagloria, dará miedo. La manifestación de la santidad del Creador produce en las criaturas temor, reverencia y santo miedo, porque la bondad de Dios hace temblar aún a Sus hijos favoritos.


El patriarca luego se ocupó de preservar la memoria del encuentro, por un lado, establecer una señal levantando un altar memorial: “Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella” (v.18). Esto es, que las misericordias de Dios llaman siempre por una respuesta al deber. El bien que Dios nos hace es para que le sirvamos más y mejor.

Pero por otro lado se ocupó de darle un nuevo nombre al sitio: "Bet-el" (v.19).


Jacob se consagró a su Salvador. Dios ha hecho pacto con cada cristiano verdadero, y es
ciertísimo que nunca se volverá atrás de hacer el bien a los suyos. Lo ha prometido y lo cumplirá. Pero esto no quita ni anula la responsabilidad o deber hacia el Redentor, al contrario, y tal como Jacob -si alguno tiene la misma fe que él- el creyente será movido a consagrar mayor amor y sumisión a Dios, porque el sello inequívoco de la fe viva es obediencia.


Dios había renovado su promesa al patriarca, y él renovó su consagración a Dios. Cuando el Redentor nos traiga seguridad de su amor o salvación, entonces repitamos nuestro compromiso de servicio a Cristo.

Nos ama para que le amemos, y amándole, nos vaya bien.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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