viernes, 7 de mayo de 2010

Meditación del 7 de Mayo

Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo” (Joel 2:13).


Para alimentar un bebé sólo hay dos pechos. Pero a la luz de este pasaje no son dos, sino cinco.

En tu necesidad de consuelo ve la primera fuente: “Jehová vuestro Dios; misericordioso es”.

Pero si no queda satisfecho entonces sigue otra: “Jehová vuestro Dios; es clemente”. Sus entrañas son de compasión.

Si se agota la segunda, pasa a la tercera: “Jehová vuestro Dios; es tardo para la ira”. Esto es, como si le fuera difícil airarse contra Sus hijos, es lento para eso, no quiere retener tal sentimiento contra ti.


Te pregunto: ¿Quieres más? Te digo que hay más: “Jehová vuestro Dios; es grande en misericordia”. Grande en el número como en el tamaño.

El asunto no se queda ahí, hay otra fuente de bendiciones: “Jehová vuestro Dios; se duele del castigo”. Como si no soportara ver Sus hijos sufrir. Con facilidad saca la vara de Su mano. Cuando vengan gigantes contra nosotros, imitemos a David al enfrentar a Goliat: “Escogió cinco piedras lisas del arroyo” (1Samuel 17:4). ¿Eres asaltado con aflicciones, temores, miedos? Toma una cualquiera de estas piedras y de seguro derribarás a tu enemigo Satanás.

¿Cómo es posible que Dios por Su justicia castiga el pecado, sin embargo promete consolarlos? Respuesta: “Jehová vuestro Dios; misericordioso es”.

En otras palabras, que nuestras consolaciones son mayores que las aflicciones y ganan la partida. Es asunto de fácil aritmética. Te invito a ir a un lugar polvoriento, y mete tu mano en el polvo, llena tu puño, luego procura contar los granos de polvo uno por uno. Imposible. Así son las misericordias del Señor nuestro Dios. Óigalo: “Venid, oíd todos los que teméis a Dios, Y contaré lo que ha hecho a mi alma” (Salmo 66:16). Esto es, que ninguna aflicción es mayor que Sus consolaciones.


Por tanto, cuando vengan sobre ti las amarguras del alma considéralas como prueba para tu bien. En otras palabras, que si te cae algún problema de inmediato ve a Dios en busca de consuelo, o llévalo a Dios en oración. Cuando venga el consuelo divino tu alma será más establecida en el camino del cristianismo.

En lenguaje aún más claro y que aplica para ti: “Invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me honrarás" (Salmo 50:15). El escritor te dice tres cosas: “Invócame...”: que en tu vida hay aquello como el día de angustia, aflicción o adversidad y tu deber en tal día es invocar el Nombre del Señor tu Dios. Lo otro, que El ha prometido librarte. Lo tercero, que después que te libre es tu obra de gratitud honrarle.


Dicho de otro modo: “Yo te libraré”, o te consolaré, entonces tú me honrarás; te guardará y tú estarás más firme en toda buena palabra y obra.

De nuevo, cuando vengan sobre ti las amarguras del alma considéralas como una prueba para tu bien.

Recuerda que si Dios es el Dios de toda consolación, entonces ve a Dios por ella. Oye Su Nombre: “Padre de misericordias y Dios de toda consolación”. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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