“Buscad a Jehová, todos los mansos de la tierra que ejecutáis su decreto. Buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis protegidos en el día del furor de Jehová” (Sofonías 2:3).
La mansedumbre es conveniente para nuestra se seguridad física.
Está profetizado que pronto caerá la ira de Dios sobre los habitantes de la tierra, no habrá seguridad para nadie en aquellos días; sin embargo, el lugar más seguro es la mansedumbre: “Buscad mansedumbre; quizás seréis protegidos en el día del furor de Jehová”. Lo dice claramente: el manso.
Si hay un estado moral más próximo a la inocencia es ser manso. En litigios judiciales los jueces tienen en cuenta dos grandes cosas, primero los hechos y segundo el carácter de las personas envueltas. El carácter manso es de mucho peso en la toma de decisiones, sobre todo cuando los hechos no son muy claros.
Hay hombres que se trasforman en valientes cuando el otro está desarmado, pero un espíritu noble no responde a las provocaciones, ni guarda rencor.
Como escribe el apóstol: “¿Quién es aquel que os podrá hacer daño, si sois ávidos por el bien?” (1Pedro 3:13).
Es un hombre honorable quien en su trato con el prójimo ve de antemano los riesgos de una contienda, y se aparta; prefiere sufrir que contender, aún cuando tenga la razón.
No niega su derecho de defensa, pero evita al máximo las contiendas.
El hombre sabio lo confirma: “Los labios del necio entran en contienda, y su boca clama por los golpes. La boca del necio es su propia ruina; sus labios son la trampa de su vida” (Proverbios 18:6-7). La falta de mansedumbre coloca en lugar de peligro y sobreviene ruina.
El hombre o mujer que aspire estar dentro de su propia piel y con una conciencia quieta debe escoger siempre la senda que le trace la mansedumbre. Más aun, los amigos son preservados con el ejercicio de esta gracia. El enojo separa los amigos, pero ser manso los atrae, o como diría Mathew Henry, es la forma de conquistarlos.
Cuando el estomago tiene hambre caprichosa, no importa el manjar que le ofrezcan, no se siente inclinado a comer, porque no sabe lo que quiere, es un capricho. Así hay hombres que se enemistan contra su prójimo sin causa, y haga lo que hagas no podrás ganarlos, porque ni ellos saben porque están en tu contra.
Saúl se enemistó contra David sin causa. Pero aún en casos extremos e irracionales la mansedumbre tiene gran poder para cambiar el enemigo en amigo, nótese: “Y sucedió que cuando David acabó de decir a Saúl estas palabras, Saúl preguntó: ¿No es ésa tu voz, David, hijo mío? Entonces Saúl alzó su voz y lloró. Luego dijo a David: Tú eres más justo que yo, porque tú me has tratado bien, cuando yo te he tratado mal. Tú has demostrado hoy que me has hecho bien, porque Jehová me entregó en tu mano, y tú no me mataste” (1Samuel 24:16-17). David salvó su pellejo de manos de Saúl por ser manso. La mansedumbre es muy rentable a nuestra seguridad física.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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