viernes, 14 de mayo de 2010

Meditación del 14 de Mayo

“No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades. Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo” (Salmo 37:1,7-8).


Surge la envidia en el corazón del creyente cuando ve que los incrédulos disfrutan en abundancia aquello que uno necesita. Ciertamente la providencia es un gran misterio, que los malvados tienen prosperidad mientras al mismo tiempo los buenos sufren mucho.

No importa como uno lo ponga, la realidad es así y no puede ser negada. Es un cuadro frecuente en toda sociedad y quizás mucho más en la nuestra; produce una mezcla de amargos y ahogantes sentimientos: “impaciencia… envidia… enojo… excitación hacer lo malo” . En otras palabras, es usual que una alma sana sea debilitada con esa visión. Los virus que enferman el alma creyente entran por los ojos.


Pero en el contexto del Salmo 37: “Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” (v.3-5). Se pueden ver tres deberes cristianos: Confiar, hacer el bien y deleitarse.

Entonces el deleite o disfrute, no sólo en la vida cristiana, sino a Dios mismo es un deber tan importante como el ejercer la fe o hacer buenas obras. Más que eso, es un remedio.

Siendo, pues, un deber-remedio, el creyente ha de aplicarse con toda diligencia a este curso reparador de su alma. Antes de entregarte a esto es de suma importancia ejercer una mente racional, o que Dios nunca te hubiese mandado a que busques deleitarte en El a menos que tú tengas algo que hacer.

El Señor te trata como criatura racional, y digo esto a propósito, porque algunos se estacionan pidiendo a Dios que le haga esto o lo otro sin ellos hacer nada, como si fueran un pedazo de mármol donde el escultor moldea la piedra, y la piedra ni se entera. Pero el creyente no es una piedra cualquiera: “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1Pedro 2:5).

Somos piedras vivas, capaces de oírle y hacer nuestra parte.


La idea es que Dios dará el deleite y tú debes cooperar. Como dijera
John Howe: ‘Aun sabiendo lo que es el deleite espiritual, al menos debes esforzarte contra todo obstáculo que se le oponga o lo obstruya, y esto en el poder del Espíritu Santo.

Así que no pienses que es el disfrute de algo totalmente fuera de tu alcance. Porque aún cuando es verdad que el poder del Espíritu Santo es sobrenatural o extraordinario, aún así Dios en Su gracia y condescendencia lo concede o lo pone a tu disposición’. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

No hay comentarios.: