“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3:16).
No se espera que el pueblo de Dios maneje su peregrinar conforme a sus circunstancias sino que la Palabra de Dios lo conduzca dentro de su escenario, o que vea sus circunstancias a la luz de la revelación divina y entonces juzgue de acuerdo a eso.
Nuestro presente estado es que hay un mar de música a nuestro alrededor, y es necesario luz de arriba que indique cómo una congregación local ha de manejarse en esta situación. La controversia es mucha sobre este tema, y es nuestro deber intentar desenredar la madeja, averiguar cuáles son los hilos divinos en este asunto y cuáles no.
Esta carta fue escrita a una Iglesia local: “A los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas” (1:2). La música fue parte de su adoración pública: “Cantando con Gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”.
Vemos cuatro asuntos: 1) Una actividad: “cantando”; 2) Una interioridad: “con gracia en vuestros corazones”; 3) Un objeto, adorar a Dios, “al Señor”; 4) La manera o forma: “con salmos e himnos y cánticos espirituales”.
Esto es, que el propósito, uso y fin de la música en la casa de Dios es adorar al Redentor, no nuestra complacencia. En otro lugar el salmista llama al canto como un sacrificio de alabanza. Sin embargo debemos decir que el ideal es la gloria de Dios en combinación con el agrado o deleite de nuestro ser.
Entonces ha de estar constituído por sana teología, al nivel de los salmos que son inspirados, y haciendo lo posible porque sea melodioso.
La música en la casa de Dios ha de movernos a un gozo santo y reverente. Volvemos a nuestro verso clave: “Cantando con gracia en vuestros corazones al Señor” (v. 16). Uno pudiera consultar los mejores léxicos del griego y toda herramienta bíblica disponible con el fin de desentrañar el significado de esta expresión, pero sea lo que sea, hay un sentido que no puede ser evitado y es que la frase encierra sabor de alegría, de gozo, eso es obligado en el verso, ya sea por una lectura profunda o superficial, de todos modos hay entusiasmo.
El canto es fruto y efecto obligado del deleite espiritual. De la misma manera que el vino produce alegría en el corazón natural, la llenura del Espíritu Santo mueve al regocijo: “Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:18-19). Quiera el Señor darnos este sentir: “A Jehová cantaré en mi vida; A mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová” (Salmo 104:33).
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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