jueves, 20 de mayo de 2010

Meditación del 20 de Mayo

“Soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2).


No dice que debemos convenir con los pecados de nuestro prójimo, de ninguna manera, pues Moisés dice: “No aborrecerás en tu corazón a tu hermano. Ciertamente amonestarás a tu prójimo, para que no cargues con pecado a causa de él” (Levítico 19:17). Tampoco dice despreciar los medios escriturales para recuperar al hermano que ande fuera de la senda del bien sino que debemos restaurar con mansedumbre, con firmeza sin dejar de ser tiernos, y esto es imposible practicar sin la debida paciencia en el corazón.

Lo cortés no quita lo valiente.


El texto es una exhortación a la Iglesia y es aplicable a todas las épocas,. Incluso en la mejor de las iglesias siempre habrán diferencias de opinión en no pocos asuntos. Se ha dicho diferencia de opinión o criterio, no diferencia de doctrinas fundamentales.

Las debilidades propias del individuo y las diferencias de opinión suelen ser por lo general las causas de separación entre los miembros de una asamblea.


Es la intolerancia lo que motoriza las separaciones.

La historia de la Iglesia y nuestra propia razón dice que la tolerancia mutua entre los hermanos es asunto que puede abrir una gran compás de criterios sobre lo que debemos y lo que no debemos tolerar.

Es muy evidente que no todo debiéramos tolerarlo. No nos referimos aquí a diferencia de conceptos escriturales básicos. Nos referimos a diferencia de opiniones en asuntos que no son fundamentales ni destructivos para la fe ni la adoración. En cosas menores somos mandados a soportar con paciencia: “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones” (Romanos 14:1).

No atribules a tu hermano con cosas o prácticas dudosas o que no claramente establecidas en la revelación divina. Hay asuntos de disciplina y orden eclesiástico que no son tan claros en las escrituras, y en eso no debemos ser dogmáticos y muchos menos tratar de imponer nuestros criterios al prójimo.


Los recién convertidos piensan una cosa, los más crecidos tienen otra aprehensión o discernimiento. Los niños son muy dados a generalizar, en cambio los mayores son más precisos en su entendimiento.

Un enfermo tendrá dudas y cuestionamiento que un sano no tiene. Mire como lo dice el apóstol: “Así que, todos los que hemos alcanzado la madurez pensemos de este modo; y si pensáis otra cosa, también eso os lo revelará Dios. En todo caso, sigamos fieles a lo que hemos logrado” (Filipenses 3:15-16).

Los más crecidos pensando tal como han alcanzado madurez, o los que han sido instruidos en la mente de Dios han de procurar seguir siendo fieles. Pero al mismo tiempo cuidar de no imponer ni caer en censuras contra el menos entendido sino procurar que ambos sean guiados por la regla del amor.

Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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