miércoles, 26 de mayo de 2010

Meditación del 26 de Mayo

"Pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas se entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa" (Marcos 4:19).


La codicia es un gran impedimento a la obediencia. A menos que hagamos guerra mortal a este pecado el servicio a Dios se verá muy obstaculizado, y en el peor de los casos casi anulado.

Es notorio en varios textos de las Escrituras que la gran mayoría de los obstáculos a la sumisión al Señor vienen de lo contrario a lo espiritual, o que el mundo de los sentidos o carnal se opone a lo espiritual.


El ídolo de
los moradores de este mundo son las posesiones materiales, les parece que mientras más aumenten sus ganancias, más felicidad tendrán, pero la luz que viene de Dios dice todo lo opuesto.

No han sido pocos quienes por su prosperidad han perdido la fe; de modo que la miseria que destruye el alma no es vencida con las posesiones materiales, mucho menos con el deseo de poseerlas, sino por despreciar este mundo y amar a Cristo: "ser rico para con Dios".

El corazón natural tiene la maldición de transformar el dinero en un dios. En cambio la fe hace que Cristo sea en todo y el todo del alma. Entendamos, pues, que mientras más uno se esfuerce en poseer cosas de este mundo, más pierde a Dios: "¿Qué aprovechara al hombre, si ganare todo el mundo, perdiere su alma?" (Mateo 16:26).


"Las codicias de otras cosas se entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa". No mata de un disparo la planta que ha nacido, sino que la ahoga y le impide dar frutos. Esto es, que el deseo por las posesiones materiales se opone lentamente a la obediencia a la verdad.

La persona ha oído y conoce la voluntad de Cristo pero la codicia corroe el servicio a Dios y el individuo se convierte en un simple religioso, profesa ser Cristiano, pero no da frutos. En resumen, que un deseo inmoderado por las cosas de este mundo es un gran estorbo para seguir los testimonios del Señor.


Ruega a Dios que te enseñe a estar contento con cualquiera que sea la cantidad que tengas en tu bolsillo: "Señor, si tú me das ganancias, dame más de Tu gracia para no olvidarme de ti y si me das aflicciones que yo no me entristezca sobremanera. Ser rico en fe, rico en Dios, rico en conocimiento, rico en buenas obras".

Hay hombres y mujeres que apenas leen su Biblia o un libro cristiano pero son entusiastas para buscar el dinero en esta tierra; esto no es ser rico para con Dios. La necedad del rico insensato consistió en pensar que las riquezas es tener muchos bienes, no en hacer mucho bien, por eso la advertencia de Cristo: "Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace tesoros para sí mismo y no es rico para con Dios" (Lucas 12:21).

Sea todo esto para renovar tu devoción a Dios y clamar que te haga rico en fe.

Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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