"No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios" (Eclesiastés 7:9).
Nuestro texto es una regla de mucha importancia porque el enojo carnal no solo es perjuicio a nuestra felicidad sino que también resta hermosura y consistencia a la profesión de cristiano.
Esta manifestación de la carne es muy nociva debido a que en la gran mayoría de los casos es una ebullición de orgullo, egoísmo y necedad.
Lo que el verso prohibe no es tanto airarse en sentido absoluto sino la precipitación en irritarse. Porque solo un muerto no experimentará enojo si es testigo de injusticia contra él o contra sus semejantes.
Dios ha decretado que visitará al creyente con abundantes misericordias y la manera de obtenerlas, por lo general, será por la oración. Pero la ira injusta cierra el oído de Dios a las peticiones: "Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contiendas" (1Timoteo 2:8).
El corazón irritable aparta con facilidad la mente recta y pacífica requerida para orar. Esta irritabilidad no solo impide orar sino que también nos hunde más en los problemas si se persiste en tal mal espíritu: "El que es irascible hará locuras" (Proverbios 14:17). La razón es guía del individuo, y si un vehículo en tránsito pierde su guía de seguro que atropellará a otros. El individuo que se apresura en enojarse hará cosas irracionales, le costarán amargos pensamientos toda su vida; se buscará problemas gratuitamente.
El remedio contra la ira es retrasar el despertar de tus pasiones. A diferencia de otras, la ira es de inicio y rápido desarrollo; no crece por grados, sino súbitamente. Es madura desde que empieza, su calentamiento y furia son desde el principio, por eso su curación es diferirla o dilatarla.
Ante el menor indicio de calentamiento o ira lo más sano es poner en operación la razón o tu facultad intelectual: "El discernimiento del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa... Sabed, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira" (Proverbios 19:11; Santiago.1:19). Los hombres precipitados y cortos de espíritu cometen indecencias que deshonran a Dios. Alguien ha dicho que para enfriar la ira hay que contar en chino y al revés del cien al uno. Tu dirás, "pero es que no sabemos chino". Es la idea: piensa y dilata tu boca antes de hablar, en especial si estás molesto.
La exhortación es evitar el espíritu irritable y cultivar gentileza y cariño, el espíritu del cielo: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:29).
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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