martes, 11 de mayo de 2010

Meditación del 11 de Mayo

“Más yo esperaré siempre, y te alabaré más y más” (Salmo 71:14).


La sangre que corre por los cuerpos pertenecientes al cielo es la sangre del amor, y la alabanza y bendición la obra más cercana de tales corazones. Su voluntad es que nos deleitemos en El, porque ha puesto como un deber lo que es la médula de nuestra felicidad aquí y por la eternidad.


Hermano: Bendigamos la misericordia de nuestro Dios porque Su voluntad es que nos deleitemos en El. Orémosle, porque de seguro contestará nuestras oraciones. El hecho de que nos haya dado entendimiento para comprender correctamente Su Palabra es signo de su favor. En ella nos instruye de la manera en hacerlo, cómo pedirlo y cómo evitar la falsedad y común peligro contra este tan grande y excelente don, el gozarnos en el Señor siempre.


Recordemos que es posible experimentar deleite en la verdadera religión y al mismo tiempo no haber sido transformado a la imagen de Cristo, el propósito final del Evangelio.

¿Qué Dios comunica al creyente que le hace deleitar? Respuesta: Le comunica Su propia vida o una imagen de Sí mismo. No una simple idea de Su ser, sino una semejanza viva comunicada a la mente y formada allí. No una representación sino una imagen real, operativa, penetrante, eficaz, que produce una impresión en el corazón, y poder transformador del alma.


Siendo el Evangelio o el andar en las reglas de Dios, el instrumento para formar esa imagen en el creyente, observe: “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad” (1Timoteo 6:3). No se estudia la Biblia para sólo conocer más sobre las grandes cosas de Dios, o las ofertas que hace el Evangelio sino para algo mucho más que eso.


Oigámoslo nuevamente: “Más vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:20-22).


Citando a Martin Lloyd-Jones: Un cristiano es alguien que conoce a Dios y quiere ser como Dios.

Alguno sabrá si está en la religión verdadera si le es deleitosa para sí mismo, o lo que es lo mismo, si influye vitalmente sobre su corazón y conducta.

Que cantemos de corazón sincero como el salmista: “Aleluya. Alabad a Jehová, porque él es bueno; Porque para siempre es su misericordia.” Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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