Nuestro problema no son debilidades, sino más bien debilidad. Porque ella no es una mera experiencia junto a todas las demás. Nuestra debilidad es la plataforma donde se dan todas las otras experiencias.
Nuestra debilidad está presente todo el tiempo en todo lo que somos y en lo que hacemos.
No siempre será así. Pero ahora lo es.
Cada Día del Señor somos personas débiles predicando a débiles personas. Cierto, la amonestación tiene su lugar. Pero lo que una gente débil necesita es ayuda, más que amonestación.
Para los débiles que vivimos la vida cristiana de un modo humano sostenible, más que derrotas y vergüenza, necesitamos buenas noticias más que buenos retos.
Débiles pecadores, continuamente refrescados por gracia, alcanzarán más para Cristo que si están continuamente confrontados por demandas. Agradezco que el Espíritu nos encuentre no en nuestra fortaleza sino en nuestra debilidad, cuando solamente Su gracia nos llena.
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