"El avaro maquina pensamientos para enredar. Más el generoso pensará generosidades" (Isaías 32:7-8).
Las deliberaciones y debates del alma revelan su propio carácter. Entonces, si has de mortificar este mal de las codicias necias y ruinosas, ocúpate de hacerlo contra la raíz: desconfianza y descontento.
Es muy corriente pensar que no puedes hacer bien a otros a menos que poseas muchos bienes materiales, porque es tanto lo que necesitas para ti que requiere tener mucho y si además haya también para otro... pero esto es desconfianza de la providencia divina.
¿Cómo curarnos de este mal?
Confiando en la promesas de Dios: "Echad sobre él toda vuestra ansiedad, porque él tiene cuidado de vosotros" (1Pedro 5:7). Necesitas observar el curso habitual de la providencia de Dios, y en especial en aquellos en quienes el Creador ha hecho pacto por medio de Cristo.
Tal es el argumento que usa Jesús: Dios provee para los cuervos y viste con hermosura los lirios del campo. ¿Será El más favorable a una hierba que a uno de Sus hijos? Modera, pues, tus deseos y de seguro que el Señor no te fallará: "Mejor lo poco con justicia que gran abundancia sin derecho" (Proverbios 16:8).
Contentamiento. Medita en la vanidad de las cosas de este mundo; más espuma que chocolate. Ninguna de ella te puede dar verdadero gozo ni paz de conciencia ni seguridad contra males futuros.
¿Estarás turbado con cosas vanas? Además, mientras más tengas, mayores serán tus deberes, peligros, tentaciones y lazos contra tu alma. Peor aún, que mientras más tengas, más difícil será salvarte.
Y si no puedes evitar el crecimiento de tus deseos, he aquí lo aconsejable: "Con todo, anhelad los mejores dones. Y ahora os mostraré un camino todavía más excelente... Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor" (1Corintios 12:31;13:13).
Tú que profesas ser hijo de Dios, cultiva una santa codicia por los dones y gracias del Espíritu.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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