lunes, 31 de mayo de 2010

Meditación del 31 de Mayo

"Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida" (Eclesiastés 3:12).


Eclesiastés proclama los consejos del hombre sabio para una vida feliz. Trata en general de dos grandes asuntos: en qué no consiste la verdadera felicidad, y en qué sí consiste.

El verso resume lo que son nuestras labores: "Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida". El escritor afirma que su conclusión es fruto de un arduo trabajo de observación y buena experiencia en el camino de la verdad: "Di mi corazón á inquirir y buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo" (1:13). Luego agrega: "Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor".

Son dos labores que podemos, debemos y necesitamos hacer siempre: estar contentos, y amar a Dios.


Vayamos a Dios y preguntemos cual es la senda más conveniente para transitar nuestra jornada. Su respuesta es dada con claridad: "No hay para ellos cosa mejor". Hay cosas buenas, y otras mejores: tener el corazón gozoso y hacer el bien es lo mejor para todos. Fuera de ahí no hay felicidad. Si equipas tu corazón y voluntad con esta santa determinación, el peregrinaje de tu jornada será placentero y de provecho a tu alma aun más allá de la muerte.

La felicidad es fruto de la santidad, hay que sembrar para comer dulce fruto.

"Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse". Note el lenguaje tan convincente o enfático con que habla el escritor: "No hay para ellos cosa mejor que alegrarse".

¿Qué es el gozo cristiano? Este gozo es lo opuesto a depresión, no simplemente a tristeza. Nos esforzamos con ahínco para alcanzarlo y cuando lo perdemos parece como si perdiéramos la vida, o que la vida está asociada al gozo. El Creador nos hizo para eso, para gozarnos siempre en Cristo.


El amor se compone de dos partes: deseo y deleite.

Deseamos tener al Señor y al poseerlo el alma es llevada al estado de gozo. El niño desea un juguete, siente amor por poseerlo, y cuando lo posee se goza. El marido ama la esposa, y al poseerla se alegra.

De manera semejante es con el alma. El verdadero gozo viene con la posesión de un objeto valioso o muy excelente. Queremos vida eterna y al poseerla nos gozamos. Nuestro Señor lo dice con estas palabras: "No os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten; sino regocijaos de que vuestros nombres están inscritos en los cielos" (Lucas 10:20).

El verdadero gozo no es tener poder sobre las criaturas y ganar el aplauso de la gente sino tener la seguridad del amor de Dios, poseer la vida eterna.

El gozo es fruto de fe, ya que después de todo la vida es Cristo mismo.

Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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