lunes, 31 de mayo de 2010
1 Juan 1:9-10
Meditación del 31 de Mayo
"Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida" (Eclesiastés 3:12).
Eclesiastés proclama los consejos del hombre sabio para una vida feliz. Trata en general de dos grandes asuntos: en qué no consiste la verdadera felicidad, y en qué sí consiste.
El verso resume lo que son nuestras labores: "Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida". El escritor afirma que su conclusión es fruto de un arduo trabajo de observación y buena experiencia en el camino de la verdad: "Di mi corazón á inquirir y buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo" (1:13). Luego agrega: "Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor".
Son dos labores que podemos, debemos y necesitamos hacer siempre: estar contentos, y amar a Dios.
Vayamos a Dios y preguntemos cual es la senda más conveniente para transitar nuestra jornada. Su respuesta es dada con claridad: "No hay para ellos cosa mejor". Hay cosas buenas, y otras mejores: tener el corazón gozoso y hacer el bien es lo mejor para todos. Fuera de ahí no hay felicidad. Si equipas tu corazón y voluntad con esta santa determinación, el peregrinaje de tu jornada será placentero y de provecho a tu alma aun más allá de la muerte.
La felicidad es fruto de la santidad, hay que sembrar para comer dulce fruto.
"Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse". Note el lenguaje tan convincente o enfático con que habla el escritor: "No hay para ellos cosa mejor que alegrarse".
¿Qué es el gozo cristiano? Este gozo es lo opuesto a depresión, no simplemente a tristeza. Nos esforzamos con ahínco para alcanzarlo y cuando lo perdemos parece como si perdiéramos la vida, o que la vida está asociada al gozo. El Creador nos hizo para eso, para gozarnos siempre en Cristo.
El amor se compone de dos partes: deseo y deleite.
Deseamos tener al Señor y al poseerlo el alma es llevada al estado de gozo. El niño desea un juguete, siente amor por poseerlo, y cuando lo posee se goza. El marido ama la esposa, y al poseerla se alegra.
De manera semejante es con el alma. El verdadero gozo viene con la posesión de un objeto valioso o muy excelente. Queremos vida eterna y al poseerla nos gozamos. Nuestro Señor lo dice con estas palabras: "No os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten; sino regocijaos de que vuestros nombres están inscritos en los cielos" (Lucas 10:20).
El verdadero gozo no es tener poder sobre las criaturas y ganar el aplauso de la gente sino tener la seguridad del amor de Dios, poseer la vida eterna.
El gozo es fruto de fe, ya que después de todo la vida es Cristo mismo.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
domingo, 30 de mayo de 2010
Orgullo
sábado, 29 de mayo de 2010
Necedad múltiple
Meditación del 29 de Mayo
"Se da el caso de un hombre solo y sin sucesor, que no tiene ni hijo ni hermano; pero no cesa de todo su duro trabajo, ni sus ojos se sacian de riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién me afano yo, privando a mi alma del bienestar?
También esto es vanidad y penosa tarea" (Eclesiastés 4:8).
La codicia no solo hace daño al alma sino que también arruina el cuerpo. Es tanto el afán del codicioso que luego no le queda vida ni vigor para las cosas espirituales, y esto aumenta su incredulidad y dureza de corazón.
El mundo lo chupa y lo deja en un estado tal que Dios y la religión pierden el interés de su corazón, en vano se atribula a sí mismo.
El caso se agrava si consideramos cual será el final de sus posesiones: "Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen indebidamente, sólo para acabar en escasez" (Proverbios 11:24).
Esta codicia en guardar es solo apariencia. El codicioso se hace sordo por causa de sus posesiones pues se niega a oír el clamor de los que están en necesidad; un deber que el cristianismo exhorta a los hombres, ayudar a los necesitados: "Vended vuestros bienes y dad ofrendas de misericordia. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde no se acerca el ladrón, ni la polilla destruye" (Lucas 12:33). Ayudar al necesitado es una obra de bien tan excelente que Dios no solo manda a dar de nuestros ingresos, sino que es de alta piedad vender nuestros bienes para aliviar al pobre.
La codicia impulsa a cerrar el corazón y acortar el brazo para no dar, contamina el corazón, dar lo purifica ya que Cristo hablando a los fariseos, les dice: "Pero dad con misericordia de las cosas que están dentro, y he aquí, todas las cosas os serán limpias" (Lucas 11:41). La generosidad trae bendición porque purga el corazón de aquello que lo mancha.
La codicia es también causa de apostasía espiritual. Fue el pecado por el cual Demas se apartó de la fe: "Porque Demas me ha desamparado, habiendo amado el mundo presente" (2Timoteo 4:10). Deseo por las cosas de este mundo le hizo negar la fe en Cristo.
El amor por las cosas temporales aumenta nuestros dolores cuando las perdemos ya que el dolor, por lo general, es una manifestación de amor, considere este ejemplo: "Y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad como le amaba" (Juan 11:34).
La raíz de toda turbación de espíritu descansa en tener afectos inmoderados por la cosas temporales.
Contra este pecado tengamos doble guarda, porque muchos otros pecados son fácilmente descubiertos, pero éste es secreto; constantemente obra contra el alma, y siempre nos quedaremos cortos para ver la profundidad de su maldad. Oremos, pues, con santo fervor: que Dios nos ayude.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
viernes, 28 de mayo de 2010
Hebras de oración
Meditación del 28 de Mayo
"No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios" (Eclesiastés 7:9).
Nuestro texto es una regla de mucha importancia porque el enojo carnal no solo es perjuicio a nuestra felicidad sino que también resta hermosura y consistencia a la profesión de cristiano.
Esta manifestación de la carne es muy nociva debido a que en la gran mayoría de los casos es una ebullición de orgullo, egoísmo y necedad.
Lo que el verso prohibe no es tanto airarse en sentido absoluto sino la precipitación en irritarse. Porque solo un muerto no experimentará enojo si es testigo de injusticia contra él o contra sus semejantes.
Dios ha decretado que visitará al creyente con abundantes misericordias y la manera de obtenerlas, por lo general, será por la oración. Pero la ira injusta cierra el oído de Dios a las peticiones: "Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contiendas" (1Timoteo 2:8).
El corazón irritable aparta con facilidad la mente recta y pacífica requerida para orar. Esta irritabilidad no solo impide orar sino que también nos hunde más en los problemas si se persiste en tal mal espíritu: "El que es irascible hará locuras" (Proverbios 14:17). La razón es guía del individuo, y si un vehículo en tránsito pierde su guía de seguro que atropellará a otros. El individuo que se apresura en enojarse hará cosas irracionales, le costarán amargos pensamientos toda su vida; se buscará problemas gratuitamente.
El remedio contra la ira es retrasar el despertar de tus pasiones. A diferencia de otras, la ira es de inicio y rápido desarrollo; no crece por grados, sino súbitamente. Es madura desde que empieza, su calentamiento y furia son desde el principio, por eso su curación es diferirla o dilatarla.
Ante el menor indicio de calentamiento o ira lo más sano es poner en operación la razón o tu facultad intelectual: "El discernimiento del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa... Sabed, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira" (Proverbios 19:11; Santiago.1:19). Los hombres precipitados y cortos de espíritu cometen indecencias que deshonran a Dios. Alguien ha dicho que para enfriar la ira hay que contar en chino y al revés del cien al uno. Tu dirás, "pero es que no sabemos chino". Es la idea: piensa y dilata tu boca antes de hablar, en especial si estás molesto.
La exhortación es evitar el espíritu irritable y cultivar gentileza y cariño, el espíritu del cielo: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:29).
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
jueves, 27 de mayo de 2010
Los mejores equipos son extraños
Meditación del 27 de Mayo
"El avaro maquina pensamientos para enredar. Más el generoso pensará generosidades" (Isaías 32:7-8).
Las deliberaciones y debates del alma revelan su propio carácter. Entonces, si has de mortificar este mal de las codicias necias y ruinosas, ocúpate de hacerlo contra la raíz: desconfianza y descontento.
Es muy corriente pensar que no puedes hacer bien a otros a menos que poseas muchos bienes materiales, porque es tanto lo que necesitas para ti que requiere tener mucho y si además haya también para otro... pero esto es desconfianza de la providencia divina.
¿Cómo curarnos de este mal?
Confiando en la promesas de Dios: "Echad sobre él toda vuestra ansiedad, porque él tiene cuidado de vosotros" (1Pedro 5:7). Necesitas observar el curso habitual de la providencia de Dios, y en especial en aquellos en quienes el Creador ha hecho pacto por medio de Cristo.
Tal es el argumento que usa Jesús: Dios provee para los cuervos y viste con hermosura los lirios del campo. ¿Será El más favorable a una hierba que a uno de Sus hijos? Modera, pues, tus deseos y de seguro que el Señor no te fallará: "Mejor lo poco con justicia que gran abundancia sin derecho" (Proverbios 16:8).
Contentamiento. Medita en la vanidad de las cosas de este mundo; más espuma que chocolate. Ninguna de ella te puede dar verdadero gozo ni paz de conciencia ni seguridad contra males futuros.
¿Estarás turbado con cosas vanas? Además, mientras más tengas, mayores serán tus deberes, peligros, tentaciones y lazos contra tu alma. Peor aún, que mientras más tengas, más difícil será salvarte.
Y si no puedes evitar el crecimiento de tus deseos, he aquí lo aconsejable: "Con todo, anhelad los mejores dones. Y ahora os mostraré un camino todavía más excelente... Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor" (1Corintios 12:31;13:13).
Tú que profesas ser hijo de Dios, cultiva una santa codicia por los dones y gracias del Espíritu.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
miércoles, 26 de mayo de 2010
Debilidad
Meditación del 26 de Mayo
"Pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas se entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa" (Marcos 4:19).
La codicia es un gran impedimento a la obediencia. A menos que hagamos guerra mortal a este pecado el servicio a Dios se verá muy obstaculizado, y en el peor de los casos casi anulado.
Es notorio en varios textos de las Escrituras que la gran mayoría de los obstáculos a la sumisión al Señor vienen de lo contrario a lo espiritual, o que el mundo de los sentidos o carnal se opone a lo espiritual.
El ídolo de los moradores de este mundo son las posesiones materiales, les parece que mientras más aumenten sus ganancias, más felicidad tendrán, pero la luz que viene de Dios dice todo lo opuesto.
No han sido pocos quienes por su prosperidad han perdido la fe; de modo que la miseria que destruye el alma no es vencida con las posesiones materiales, mucho menos con el deseo de poseerlas, sino por despreciar este mundo y amar a Cristo: "ser rico para con Dios".
El corazón natural tiene la maldición de transformar el dinero en un dios. En cambio la fe hace que Cristo sea en todo y el todo del alma. Entendamos, pues, que mientras más uno se esfuerce en poseer cosas de este mundo, más pierde a Dios: "¿Qué aprovechara al hombre, si ganare todo el mundo, perdiere su alma?" (Mateo 16:26).
"Las codicias de otras cosas se entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa". No mata de un disparo la planta que ha nacido, sino que la ahoga y le impide dar frutos. Esto es, que el deseo por las posesiones materiales se opone lentamente a la obediencia a la verdad.
La persona ha oído y conoce la voluntad de Cristo pero la codicia corroe el servicio a Dios y el individuo se convierte en un simple religioso, profesa ser Cristiano, pero no da frutos. En resumen, que un deseo inmoderado por las cosas de este mundo es un gran estorbo para seguir los testimonios del Señor.
Ruega a Dios que te enseñe a estar contento con cualquiera que sea la cantidad que tengas en tu bolsillo: "Señor, si tú me das ganancias, dame más de Tu gracia para no olvidarme de ti y si me das aflicciones que yo no me entristezca sobremanera. Ser rico en fe, rico en Dios, rico en conocimiento, rico en buenas obras".
Hay hombres y mujeres que apenas leen su Biblia o un libro cristiano pero son entusiastas para buscar el dinero en esta tierra; esto no es ser rico para con Dios. La necedad del rico insensato consistió en pensar que las riquezas es tener muchos bienes, no en hacer mucho bien, por eso la advertencia de Cristo: "Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace tesoros para sí mismo y no es rico para con Dios" (Lucas 12:21).
Sea todo esto para renovar tu devoción a Dios y clamar que te haga rico en fe.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
martes, 25 de mayo de 2010
Meditación del 25 de Mayo
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:31).
Una manzana o un jugo carecen de moralidad, pero el uso que demos pudiera agregarle moralidad dañina. Cuidemos el uso que hagamos de cualquier criatura. Lo mismo aplica con la música.
Hagamos todo para edificación, y ¿qué es edificar? Edificación es el acto por lo cual uno promueve el crecimiento de otro en conocimiento, sabiduría, piedad, santificación o felicidad cristiana.
Una música sana será dirigida por la gracia de Dios, y la gracia verdadera siempre promueve estos tres: el amor a Dios, el dominio propio y el amor al prójimo.
Una música de sana teología, bien cantada, estimularía alabanza al Señor; o que el prójimo me edificaría con su canto, sería el caso.
La música en la casa de Dios ha de ser estructurada con Su Nombre y Su Palabra. “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (v.16).
Particularicemos esta afirmación, el milagro del Mar Rojo: “Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová, y dijeron: Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré” (Exodo 15:1-2). Moisés no canta sobre cómo se sentía cuando estaba en medio de las aguas sino que magnifica el Nombre de Dios y Sus obras, no la gloria de las criaturas. Y más adelante lo dice literalmente: “Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido” (v.21).
Recordemos que las obras del Señor revelan también Su Nombre, ya que por la creación se le llama el Creador.
Un pasaje adicional más explícito: “Entonces, en aquel día, David comenzó a aclamar a Jehová por mano de Asaf y de sus hermanos: Alabad a Jehová, invocad su nombre, dad a conocer en los pueblos sus obras. Cantad a él, cantadle salmos; hablad de todas sus maravillas. Gloriaos en su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan a Jehová” (1Crónicas 16:7-10).
La música en la Casa de Dios se estructura con Su Nombre y Palabra.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
lunes, 24 de mayo de 2010
Meditación del 24 de Mayo
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3:16).
No se espera que el pueblo de Dios maneje su peregrinar conforme a sus circunstancias sino que la Palabra de Dios lo conduzca dentro de su escenario, o que vea sus circunstancias a la luz de la revelación divina y entonces juzgue de acuerdo a eso.
Nuestro presente estado es que hay un mar de música a nuestro alrededor, y es necesario luz de arriba que indique cómo una congregación local ha de manejarse en esta situación. La controversia es mucha sobre este tema, y es nuestro deber intentar desenredar la madeja, averiguar cuáles son los hilos divinos en este asunto y cuáles no.
Esta carta fue escrita a una Iglesia local: “A los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas” (1:2). La música fue parte de su adoración pública: “Cantando con Gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”.
Vemos cuatro asuntos: 1) Una actividad: “cantando”; 2) Una interioridad: “con gracia en vuestros corazones”; 3) Un objeto, adorar a Dios, “al Señor”; 4) La manera o forma: “con salmos e himnos y cánticos espirituales”.
Esto es, que el propósito, uso y fin de la música en la casa de Dios es adorar al Redentor, no nuestra complacencia. En otro lugar el salmista llama al canto como un sacrificio de alabanza. Sin embargo debemos decir que el ideal es la gloria de Dios en combinación con el agrado o deleite de nuestro ser.
Entonces ha de estar constituído por sana teología, al nivel de los salmos que son inspirados, y haciendo lo posible porque sea melodioso.
La música en la casa de Dios ha de movernos a un gozo santo y reverente. Volvemos a nuestro verso clave: “Cantando con gracia en vuestros corazones al Señor” (v. 16). Uno pudiera consultar los mejores léxicos del griego y toda herramienta bíblica disponible con el fin de desentrañar el significado de esta expresión, pero sea lo que sea, hay un sentido que no puede ser evitado y es que la frase encierra sabor de alegría, de gozo, eso es obligado en el verso, ya sea por una lectura profunda o superficial, de todos modos hay entusiasmo.
El canto es fruto y efecto obligado del deleite espiritual. De la misma manera que el vino produce alegría en el corazón natural, la llenura del Espíritu Santo mueve al regocijo: “Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:18-19). Quiera el Señor darnos este sentir: “A Jehová cantaré en mi vida; A mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová” (Salmo 104:33).
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
sábado, 22 de mayo de 2010
Generosidad
NdeT: La versión corta es de Justin Taylor. La completa se encuentra en la siguiente dirección:
http://jdgreear.typepad.com/my_weblog/2009/12/the-generosity-matrix.html
Meditación del 22 de Mayo
“Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le contestó: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas” (Juan 21:16).
Amor al hermano es hijo de la piedad. Quien ama a Dios por Su propia causa, de seguro que amará a su hermano: el amor de Pedro por Dios le capacitaría amar a los que son de Cristo.
El río del amor nace allá arriba, en la fuente de la piedad. Quien beba agua del cielo, tendrá el cielo en sus venas y podrá soportar las debilidades del hermano.
La tendencia nuestra es amar y soportar a quienes son recomendados por los grandes hombres o por su propia grandeza, pero el mandato de Dios es amar aquellos que son recomendados por Cristo: “Cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos. Y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden retribuir, pero te será recompensado en la resurrección de los justos” (Lucas 14:13-14).
Aplicado al tema es soportar a los más débiles, ser compasivos con los que nos ofenden.
La semilla del amor al hermano es tan poderosa que puede germinar y dar buenos frutos aún en tierra no apta, porque tu recompensa está en Cristo ama a los que Cristo te recomiende.
Es válida la encomienda que nuestro Señor dió a sus discípulos: “Si hay allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; pero si no, volverá a vosotros” (Lucas 10:6). Si soportas con paciencia en amor a tu prójimo, y el prójimo es bueno, tu paciencia hará bien a otro; y si la persona no es buena, la paciencia y el amor empleado no se perderán, volverán a ti. Aun cuando pudieras toparte con alguna cizaña, si ese fuera el caso, con todo y eso el Señor es bueno: hagamos Su voluntad. La indignidad del beneficiario no quitará tu celeste recompensa. Cuando hagas el bien a otro, lo estás haciendo a ti mismo.
No debiéramos esperar que los otros nos soporten si no estamos dispuestos a hacerlo así con los hermanos. Cada uno de nosotros tiene fallas y errores, y en eso seamos cuidadosos por equidad y justicia, porque Dios paga con palos a los que dan palos: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1). Si no practicamos amor en soportar a los demás, tampoco lo recibiremos cuando más lo necesitemos.
En lo particular, es muy reprobable que quien tenga sus deudas perdonadas tome por el cuello a su consiervo y no le muestre misericordia: “Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano” (Mateo 18:35). Piensa del amor de Dios que fue tan paciente con nosotros mucho antes de que recibiéramos la luz de la verdad y fuésemos llevados a la obediencia.
Soportémonos unos a otros, y sobre todo nosotros, atados como mellizos, hijos de Dios e hijos de una misma patria.
Que se diga de nosotros, como es dicho de una de las Iglesia de Apocalipsis: “Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia” (Apocalipsis 3:7). Que por amor a Cristo nos amemos y soportemos en paciencia unos a otros, en amor.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
viernes, 21 de mayo de 2010
Meditación del 21 de Mayo
“Nosotros le amamos, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
Cuando un vehículo se queda sin combustible lo primero por hacer es buscar una estación de gasolina, para suplir la necesidad.
Para soportar a nuestros hermanos, necesitamos mirar hacia arriba, ver a Dios para tomar de El y ser pacientes con el prójimo.
Ante la necesidad de paciencia veamos hacia arriba: “Para esto fuisteis llamados, porque también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas” (1Pedro 2:21-24). Y el profeta lo pone en lenguaje aun más claro: “¡Mirad a mí y sed salvos” (Isaías 45:22). El texto se aplica a la salvación eterna y también a salvarnos de cualquier pecado en particular. Lo general incluye todos los particulares.
Mirando a Dios nos salvamos de la impaciencia y las irritaciones que pudiéramos recibir de otros. Mirando a Dios por fe, podremos mas fácilmente amar al prójimo.
Después mira en tu interior y considera las corrupciones y gracias que hay allí. Encontrarás orgullo y codicia que amerita ser mortificado y humildad que necesita ser fortalecida.
Soportar a tu hermano es una prueba de tu amor a Dios pues si te gozas en cómo Cristo te ama, también te gozarás en soportar a tus hermanos: “Por ahora, si es necesario, estéis afligidos momentáneamente por diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe -más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego- sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo” (1Pedro 1:6-7).
La paciencia trae un amargo que mata las corrupciones. Hay un texto que a todo creyente le da mucho trabajo comprenderlo y mucho más practicarlo: “Estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos” (Filipenses 2:3). Necesitamos entrenamiento para soportar a los demás.
Tenemos muchas corrupciones internas que necesitan ser quemadas con el fuego del amor para poder practicar este mandato divino.
Finalmente considera el fin de soportar a tu hermano con paciencia en amor: “Y cuando hayáis padecido por un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, quien os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, él mismo os restaurará, os afirmará, os fortalecerá y os establecerá” (1Pedro 5:10).
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org