miércoles, 24 de febrero de 2010

Salmo 103: El gran amor de Dios por nosotros.3

El Salmo 103, es ejemplo de una boca que alaba a Dios, una de las expresiones con más ardientes sentimientos y ejercicio de fe de un corazón creyente, un corazón que ha conocido las infinitas misericordias de Dios, tanto las temporales como las eternas.

¿Cómo inicia el salmista su alabanza a Dios? Llamando a levantar su naturaleza inmortal y eterna y todo su ser, sentidos y facultades adorar a Dios. Es un ejemplo de un corazón devoto que cada vez mas desea estar unido en el servicio y comunión con Dios. Las misericordias de Dios, no menos que su propia naturaleza, son las base o fundamento de nuestra obligación o deber de alabar y bendecir el nombre de Dios. Todas hemos sido recipientes de sus misericordias, por tanto nuestras bocas nunca deben cerrarse para alabar y proclamar su bendito nombre.

La gratitud sincera se produce cuando el entendimiento del hombre ha quedado impresionado y al mismo tiempo se percibe un sentido de beneficio, de tal manera que no lo podemos olvidar; en especial aquellos conferidos por Dios son de gran valor. David llama a levantar su alma y que haga memoria de cada uno de los beneficios recibidos de forma particular, los beneficios temporales, espirituales y cada experiencia individual que ha experimentado a través de su vida utilizando todo esfuerzo para hurgar en su memoria para que nada se quede sin recordar.

¿Cuál es el mayor bien recibido? Perdón de Pecados, libres somos de toda condenación porque hemos sido comprados por medio de la sangre de Cristo, y en arrepentimiento hacia Dios y fe en Cristo El nos ha perdonado y ha pagado por todos los pecados pasados, presentes y futuros.

Lo común en los hombres es quejarse; encontrar errores, debilidades y faltas en los otros, recordar sufrimientos y males que otros le hacen y recordar las maldades de los hombres. Pero Dios nos enseña en Su Palabra cómo debemos conducirnos y cultivar un corazón agradecido – meditando, recordando los favores recibidos de la mano de Dios (Salmo 34:1-3).

En el Salmo 103 vemos cómo el corazón de David se inclina a meditar en las bondades de Dios, en cada una de las bendiciones que Dios le ha concedido en la vida para alabar y bendecir el nombre de Dios; porque “Torre fuerte es el nombre de Jehová, a El correrá el justo y será levantado“ (Proverbios 18:10).

¡Cuán fácil nos resulta detectar y juzgar las debilidades de otros y cuán difícil elogiar las bondades de los demás, inclusive con nuestros propios hijos! Somos más prontos para castigar, disciplinar y amonestar que para estimular, exhortar y alabar lo bueno. ¿Queremos que Dios nos trate así? ¿Cómo es Dios con nosotros? Dios nos cuida, protege, bendice, salva del peligro, y nos llena de bondades y misericordias sin merecerlas, y cuán difícil es abrir la boca para bendecirle, elevar acciones de gracias y alabanza a su bendito nombre, y callar nuestras bocas a las quejas, descontento y murmuraciones. Por difícil que sea tu vida, siempre pudo ser peor y siempre has recibido bondades y misericordias que no merecías.

Dios quiere que seamos felices, por eso dio su Ley, la cual es una clara descripción de Su naturaleza y Su voluntad. Preparar al pueblo para servirle y seguir sus caminos era el manual de preparación para obtener vida y felicidad. Repasa los diez mandamientos y medita en cuales son tus áreas débiles y clama a Dios de su gracia.

Nosotros somos frágiles, pero el cuidado de Dios es eterno. Muchas veces pensamos en Dios como Juez y Dador de la ley, pero nos olvidamos en nuestro diario vivir de su amor, compasión, bondad y gran misericordia. Dios conoce lo que somos, somos pecadores y gusanos del polvo, débiles y El nos da de Su gracia para capacitarnos para obedecerle y andar con un corazón recto e integro. Pero nuestro corazón corrupto, busca esconder lo que verdaderamente es y excusa y justifica sus debilidades y pecados comparándose con otros, viendo algún bien o bondad que Dios ha hecho a él o a través de él a otros, y se considera bueno ante sus propios ojos. Pensemos, Dios ha dado a Su Hijo por mí, El cuidara de mí en todo mi andar, pero debo confiar que lo que El dice es cierto, obedecerle y temerle.

Menospreciar Su palabra, no temerle o confiar en El producirá un corazón ingrato, incrédulo, quejoso, descontento, arrogante, que fácil vuelve la espalda a Dios porque se olvida de su misericordia. (Isaías 30). El pueblo de Israel sólo volvía a Dios cuando se encontraba en dificultades que ellos por sí mismos no podían resolver, entonces clamaban a Dios por ayuda.

¿Oras y buscas la misericordia de Dios solamente cuando estás en apuros? ¿Es tu vida diaria un andar buscando agradar y obedecerle o andas según tu propia prudencia?

Cada día podemos ver el gran amor de Dios por nosotros: Lo que Dios hace por nosotros nos dice claramente lo que Dios es: grande en misericordia.

Todas las cosas y en todo lugar deben alabar y bendecir el nombre de Dios en toda circunstancia y providencia; por tanto siempre meditemos en su misericordia con un corazón agradecido. Cada día, durante todo el día, demos gracias a Dios por Su misericordia.

· Bendice alma mía a Jehová – Adorarle con acciones de gracias

· Bendiga todo mi ser tu santo nombre - Alabarle

· No olvides ninguno de tus beneficios – Dame un corazón agradecido

¿Qué aprendemos de este salmo 103?

v.10-11 LA GRANDEZA DE DIOS EN LA CREACIÓN. A menudo vemos el sol levantarse o acostarse en un lugar que debido al paisaje cautiva nuestros ojos y el corazón se sensibiliza al ver la hermosura, nos permite ver la sabiduría, omnipotencia y gran misericordia de Dios para con los hombres: hizo la creación hermosa, da el sol de día, la luna y las estrellas de noche y todas las cosas las hizo en armonía, organización y belleza, lleno de colores para hermosear más nuestro diario andar. Y todo lo hizo para que al verlo elevemos alabanzas y acciones de gracias porque El es bueno y para siempre es su misericordia. “Engrandeció Su misericordia sobre los que le temen.

v.17 - LA GRAN MISERICORIDA DE DIOS PARA CON NOSOTROS. “La misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen”¿Qué sería de mí si no fuera por su gracia y gran misericordia?

  • Dios en su gran amor envió a su Hijo para rescatarnos y salvarnos del castigo eterno.
  • Nos preserva y cuida del mal y envió a su Espíritu Santo para darnos convicción de pecado, de justicia y de juicio, para que nos apartemos del mal y hagamos el bien,
  • Nos promete recompensa de darnos galardón, de bendecirnos cuando El es quien hace todo el trabajo, pone en nosotros el deseo, nos da su paz, nos da de su gracia para aumentar la fe y esperanza para que movamos la voluntad y hagamos buenas obras que glorifiquen su nombre.

¿Cómo es la misericordia de Dios? La misericordia no tiene reglas, la misericordia no es solamente hacer el bien, es dar o hacer un bien a quien no lo merece, va mas allá de hacer el bien. Podemos hacer el bien a un hijo o ser una persona que merezca que le haga algo, ya sea porque le amamos o le debemos un favor. La misericordia de Dios es Jesucristo, el Mesías esperado por siglos y anunciado en la creación (Génesis 3:15) y se ha extendido a todas las generaciones sobre hombres pobres, y viles pecadores, pero que han sido comprados por el precio de la sangre de su hijo unigénito, el Señor Jesucristo.

DIOS NOS DA LA FE PARA CREER EN SUS PROMESAS Y ESPERAR EN EL. Dios nos da la fe para creer lo que la Biblia dice que El es, y lo que nosotros somos y esperar lo que El promete. Cuando nosotros en fe levantamos los ojos al cielo y recordamos las promesas de cielo nuevo y tierra nueva donde Dios estará presente y El nos promete que nosotros estaremos allá, el corazón se inflama de gozo y alegría ante tanta bendición que sabemos que no merecemos. Por tanto, meditar en sus promesas llena el corazón de gozo y alegría que estimula nuestra boca a alabarle, a dar acciones de gracias y a contar a otros lo que Dios ha hecho por nuestras almas, ¡alabado sea Su nombre por siempre!

v.14-16 DIOS SABE LO QUE SOMOS. “El conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo”. Dios sabe lo que somos, y nuestro días de peregrinar están contados, nosotros no lo sabemos, no son muchos, pero Dios sí sabe cuándo es nuestro fin. Somos frágiles y perecederos y delante del Todopoderoso somos como gusanos del polvo. Nuestros días son como la hierba del monte (I Pedro 1:24, Isaías 40:6-9). Lo único que permanece es la Palabra de Dios.

¿Hemos pensado alguna vez lo que en verdad somos? Tan grande es nuestra incredulidad que se esconde en el corazón, que muchas veces pedimos a Dios no con ruegos sino con mandatos, no pensando que El es mas sabio que nosotros, sino dándole direcciones de cómo seria la mejor bendición para nosotros, nos consideramos suficientes sabios y capaces para dirigir a Dios.

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