jueves, 25 de febrero de 2010

Meditación del 25 de Febrero

“Y reposó la tierra cuarenta años; y murió Otoniel hijo de Cenaz. Volvieron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová fortaleció a Eglón rey de Moab contra Israel, por cuanto habían hecho lo malo ante los ojos de Jehová” (Jueces 3:11-12).


La vida de
Otoniel, su buen testimonio y la paz de Israel terminaron juntas. Cuán poderosa puede ser la presencia de un buen hombre en la Iglesia o en la nación. Congregaciones y este país necesitan desesperadamente de buenos hombres. Por medio de uno solo puede llegar el bien a muchos.

Leamos de nuevo: “Y reposó la tierra cuarenta años”. El gran valor de estos buenos hombres será apreciado cuando desaparezcan. Se cumpliría lo que dice el refrán: nadie sabe el valor de su caballo, hasta que lo pierde. Estos hombres son como robles o columnas, que si los saca de su lugar el techo se arruina, la protección se va.


Dios había mandado a los hijos de Israel expulsar los habitantes de la Tierra Prometida, pero no lo hicieron, fueron indulgentes. Indulgentes y crueles a la vez. La venganza de Dios castiga esta clase de indulgencia, que costó mucha vara y no pocas lágrimas a los hijos de Israel. Se produjo una especie de círculo vicioso: pecado, castigo, arrepentimiento y liberación.

La mezcla con aquellos habitantes contaminaba de idolatría, esto acarreaba el juicio divino; el dolor los movía al arrepentimiento, de ahí a la liberación, y cuando eran liberados recuperaban paz, y en tranquilidad volvían a pecar, y así repetidas veces. Un círculo vicioso.


Atiende lo que dice el escritor divino: tan pronto como Israel tuvo descanso, cometieron impiedad: “Y reposó la tierra cuarenta años… Volvieron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos de Jehová.” La tranquilidad y seguridad de cualquier pueblo es causa de sus corrupciones.

Las aguas estancadas y quietas se pudren más fácilmente. Mientras se acostaban y levantaban en tiempos de guerra, fueron celosos contra la idolatría, pero ahora, en la paz vuelven a los ídolos. Es difícil no corromperse espiritualmente en la prosperidad. Una vida sedentaria enferma con mayor facilidad el cuerpo.

Se cumple la verdad recientemente proclamada: que las crisis fortalecen la fe. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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