lunes, 22 de febrero de 2010

Salmo 103: El gran amor de Dios por nosotros.1

Estudio preparado por Olga de Arocha en el Desayuno de Acciones de Gracias, Damas de IBG el pasado 20 de febrero. ¡Buen provecho!

La perfección y hermosura física es un sueño que toda mujer y aun los hombres desean alcanzar. No importa cuán inalcanzable, la mujer está inclinada a ser seducida con el concepto de belleza del mundo y en especial la que Hollywood y los Modistos establecen en la sociedad. La dificultad de distinguir entre la realidad y la ilusión llevan incluso a la mujer creyente a perder su identidad y el objetivo o visión de la eternidad en su vida.

La apariencia de una mujer nunca será mas importante que su carácter. Mírate a ti misma como Dios te mira, y tendrás gozo y paz que te permitirá ser libre, creada para deleitarte en Dios y llevar gloria a su nombre al haber sido redimidas por la sangre preciosa de Su Hijo Unigénito.

¿Qué podemos decir y pedir a Dios? Nos conceda corazón agradecido y abra nuestras bocas para hablar de Sus misericordias para nosotros, nos arranque todo espíritu de queja, descontento y murmuración y nos conceda corazones dispuestos y diligentes para proclamar Sus bondades y hacer memoria de sus bendiciones. Pidamos a Dios que nos conceda una clara visión para ver las abundantes razones que poseemos para tener un corazón agradecido por sus muchas misericordias.

Dios nos conceda de su gracia y nos dé Espíritu de sabiduría y revelación para conocerle cada día mas. Alumbre los ojos de nuestro entendimiento para aumentar nuestra esperanza en sus promesas; aumente nuestra fe y temor para confiar, obedecer y esperar pacientemente en que Su voluntad se haga en nosotros, y en corazón humilde digamos: He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo según tu voluntad; úsanos para ser útil en Tu reino y para alabanza de la gloria de Tu gracia.

Hay un remedio que Dios nos da en Su palabra para esos momentos de aflicción, tristeza o enfermedad, mejor que cualquier medicina que podamos obtener en la farmacia: Levantar el alma en acciones de gracias a Dios y clamar insistentemente por Su gracia y misericordia.

Maria creyó la palabra de Dios y le bendijo y con un corazón humilde y sumiso; estaba dispuesta a hacer su deber para servir a Dios, le alabó y bendijo Su nombre por su misericordia para con ella. (Lucas 1:45-48). Cuidado con el orgullo, el cual rechaza o niega la posición y dones que Dios da por tener en poco o menospreciar la bendición.

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