lunes, 22 de febrero de 2010

Meditación del 22 de Febrero

“Donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón” (Mateo 6:21).

Sería imposible esperar el disfrute de una gran herencia y no darle mente. Cuando estamos a la espera de una gran fortuna festejamos la mente con la imaginación de lo que esperamos. Es obligado disfrutar los favores antes de poseerlos, es esa imaginación y esperanza lo que nos mueve.

Del mismo modo la contemplación del cielo es una fiesta a la imaginación. La sentencia divina es bien clara: “Donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón” (Mateo 6:21). Supongamos un mendigo adoptado por la realeza de Inglaterra, no será difícil adivinar donde estaría su imaginación durante el viaje hacia aquel palacio. Tiene paz porque se acabó la pobreza, gozo porque es rico, y todo ello alimenta su esperanza de la moradas palaciegas.


Ahora bien, hacemos conciencia que aún un discurso poderoso, racional y deleitoso a la mente no afecta la voluntad del hombre, puesto que ser obedientes a la verdad es obra exclusiva de Dios, en el poder de Su Santo Espíritu obrando sobre la voluntad humana.

En particular esto significa que la vida de paz, gozo y sólida esperanza es exclusiva de verdaderos creyentes, porque el Espíritu de Dios reside sólo y únicamente en ellos. Leámoslo: “Por el poder del Espíritu Santo”.


Es harto difícil mover la voluntad de hombres y mujeres, incluso de uno mismo. Los padres son los que, quizás, más poder han tenido sobre la voluntad ajena, sobre sus hijos, y en el mejor de los casos no pueden moverlos a la obediencia a menos que Dios bendiga sus labores paternales.

Si alguno piensa el bien, es cosa fácil que trate de controlar su imaginación, y sin embargo no podrá hacerlo. Sólo y únicamente el Espíritu Santo puede controlar la imaginación, y llevarnos a aquella paz y gozo que produce esperanza de vida eterna. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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